Practicando habilidades sociales: casos prácticos

Koldo que asiste a un centro especializado de lunes a viernes para personas con discapacidad intelectual con importantes necesidades de apoyo. Entre otras actividades, asiste y participa en un taller para desarrollar habilidades sociales básicas (dar las gracias, presentarse, presentar a otros, pedir ayuda). Tiene leves problemas de comprensión y expresión que solía solventar mostrándose en ocasiones agresivo y hostil con los objetos y personas. 

Hoy es jueves y ha salido junto con sus compañeros y dos profesionales de atención sociosanitaria del centro a disfrutar del pintxo-pote semanal. De repente Koldo derrama sin querer su café por toda la mesa y tiene la oportunidad de poner en práctica lo aprendido en las simulaciones del taller. En su pensamiento está la idea de que tiene que limpiar la mesa,  pero también se dice así mismo: “me da vergüenza, no voy a saber pedirlo bien, no me va a entender el camarero se va a reír de mi, se va a enfadar, no me voy a controlar”. Mientras piensa todo esto, empieza a sudar profusamente. Koldo, en coherencia, no se levanta a pedir una bayeta y empieza a balancearse en su silla, musitando palabras ininteligibles...

Uno de los conceptos que trata la UD 0129, es el de conducta. Observar y comprender este concepto y sus implicaciones nos facilita el desarrollo de las necesarias dotes de observación para poder ayudar a la persona en situación de dependencia al poder determinar su estado de ánimo, su salud. También será un factor fundamental para decidir sobre la asistencia o tratamientos que se le deben prestar así como para facilitar el desarrollo de habilidades sociales. 

Por habilidad social entendemos la capacidad que tiene una persona para desenvolverse de forma exitosa en la interacción con otras personas y ajustarse en su medio social. Estas habilidades y competencias sociales, que favorecen la adaptación de las personas a al entorno, son el resultado del aprendizaje continuo que se produce a lo largo de toda nuestra historia vital y es producto de las experiencias y modelos de relaciones humanas en los que hemos participado. La conducta habilidosa está relacionada con la capacidad para expresar sentimientos, actitudes, deseos u opiniones, respetándose a sí mismo y considerando los derechos de los demás; también, cuando se adapta a la situación social en el que el intercambio comunicativo se realiza. De este modo, entenderemos que una persona posee un adecuado repertorio de habilidades sociales cuando consigue manifestar éstas y otras competencias comunicativas

Las habilidades sociales contienen componentes observables, verbales y no verbales, y otros componentes cognitivos o emocionales y fisiológicos.  
Marisa asiste por primera vez a un taller de terapia ocupacional, que ofrece una unidad de estancia diurna de personas con trastorno mental severo. En el autobús se va diciendo a sí misma a ver que se encuentra ahí, se pregunta si la aceptarán bien, si podrá gestionar el malestar que le genera conversar ante desconocidos. Al llegar al centro, nota que su corazón se acelera mientras piensa venga Marisa, tranquila, no pasa nada, todo irá bien. El terapeuta ya está en sala. Y sentados en su silla hay otras tres personas que en silencio esperan que empiece la sesión y otras tres sillas desocupadas. ¡Vaya! ¿Dónde me siento? ¡Qué nervios! Que no me diga nadie nada. Por favor, no quiero estar aquí. Disimula. Su corazón se vuelve a acelerar.  Marisa coge su teléfono móvil y simula estar escuchando, no saluda, ni mira al terapeuta al cruzar la sala para dirigirse a uno de los asientos. En silencio toma asiento y cuando el terapeuta le saluda. Marisa, le mira y con una media sonrisa le dice: ¡Ah, hola! No te había visto. 

El entrenamiento en habilidades sociales produce importantes beneficios en las personas. Es la manera que tenemos de poder desenvolvernos con éxito en las situaciones interpersonales. Los pesamientos negativos, irracionales producen emociones intensas y no ayudan afrontar las situaciones sociales.
Mikel, 28 años, usuario de una unidad de estancia diurna para personas con TMG. Hoy como todos los días va a coger el autobús y el chófer, Luis, siempre le recuerda amablemente que no olvide su mochila. Aprecia mucho esa mochila.  Hoy siente la necesidad de agradecerle su ayuda y amabilidad. En su cabeza está la idea de darle las gracias por recordarle todos los días a ver si se ha dejado su mochila. En ese momento llega el autobús y el corazón se le acelera mientras piensa, "madre mía, a ver si se lo digo bien, si va pensar que soy un raro…" Nota un calor enorme en sus manos y en sus mejillas que se ponen coloradas. Al subir al autobús y pasa rápidamente delante de Luis y sin mirarle a la cara, dice buenos días casi inaudiblemente.
Hoy es el primer día de Antton (90 años) en el centro residencial las Flores. Una diabetes mal controlada le ha conllevado problemas visuales importantes. También tiene afectada la audición levemente.  Tras un ictus reciente debe utilizar un andador para deambular. Durante su primer día el profesional de referencia, Xabier, ha hecho todo lo posible para hacer de anfitrión y de acompañarle hasta el fin de su turno. En su habitación, al despertarse de la siesta, con las persianas bajadas, se ha incorporado sobresaltado en la cama y desorientado. Tras unos minutos de espera que se le hacen interminables, piensa: "vaya, a ver si se han olvidado de mi...; tengo ganas de orinar, a ver si me lo hago encima, venga cálmate pero y si..." Su corazón da un vuelco, mientras se incorpora para tratar de buscar la luz o el llamador que no encuentra....En la oscuridad ha tirado un vaso que se ha hecho añicos en el suelo "mierda, ¿qué he roto?, a ver si me van a echar la bronca": Tiene todos los músculos del cuerpo en tensión y la boca seca. ¡Eh! ¡Ayuda! ¿Hay alguien? ....empieza a gritar mientras su corazón palpita fuertemente en su pecho. Trata de incorporarse pero no puede. Alertada por los gritos, Ane, una gerocultora del turno de la tarde, entra tras llamar a la puerta. ¿Antton, se encuentra bien?, le pregunta acercándose para tocarle un hombro. ¡Hija de puta! Cabrona, ¿no me oías? Llevo una hora llamando. ¡Ni me toques!

La psicología científica ha abordado el estudio de las HHSS considerando tres dimensiones: 

1. La conducta motora observable externamente. Las conductas observables hacen referencia a: 
 Por un lado a componentes no verbales: mirada, expresión facial, gestos, elementos paralingüísticos 
 Y por otro al contenido de la comunicación verbal 

2. Las cogniciones, es decir, las creencias, pensamientos e imágenes mentales. Son componentes cognitivos que hacen referencia a nuestra forma de percibir y evaluar la realidad. 

3. Lo emocional, más vínculado a la fisiología. Estos componentes fisiológicos hacen referencia a los cambios fisioquímicos que se dan en nuestro cuerpo: sudoración, incremento de la frecuencia cardiaca y/o respiratoria, sonrojo, entre otros
Juan, 19 años, síndrome de Down, convive con otros jóvenes en una vivienda de Atzegi en Urnieta de Lunes a Viernes. Le gusta mucho Miren, una compañera de piso,  a quien quiere pedirle si quiere salir con él a merendar está tarde. En su cabeza está la idea de acercarse a ella y hablarle en cuanto llegue Miren.  Mientras se visualiza en la escena, empieza a notar tensión en todos sus músculos y sus manos en la medida que le empiezan a asaltar muchas dudas, miedos e imágenes de fracaso. Se levanta inquieto y las palmas de la mano se le  humedecen de sudor, cuando oye que Miren entra en la vivienda por la puerta principal. Cuando su compañera llega a la sala de estar, Juan con el corazón agitado se acerca y la abraza bruscamente. 
Lucas va camino al ascensor empujando su silla de ruedas mientras piensa en sus cosas. Al abrirse la puerta del ascensor, se encuentra de sorpresa con la directora del centro con la que ayer tuvo una discusión algo acalorada en su opinión. Su corazón da un vuelco y mientras sus mejillas se ruborizan, piensa: “madre mía, Ana, la directora, después de la bronca que le eché el otro día, por el tema de la factura mal girada”. Buenos días, Lucas, le dice sonriente Ana. Lucas responde con un gruñido, y con el corazón palpitando fuertemente en su pecho, gira su silla de ruedas, sin devolverle el saludo y no entra en el ascensor; mientras rumia para sus adentros: "no la quiero ni ver, qué se ha creído, sigo enfadado con ella".
Manolo (61 años), tras un ictus, en rehabilitación en una unidad de daño neurológico. Presenta una leve afectación en la articulación del habla. Junto con otros compañeros está realizando una actividad y necesita el sacapuntas que tiene su compañero de mesa porque se le ha roto la mina del lápiz. Le asaltan muchas dudas, mientras el corazón le palpita fuertemente en el pecho: " no me va a salir bien, no me va a entender, no me voy a saber explicar, me voy a atascar, mierda de ictus...." Con todos estos pensamientos en su cabeza y con todos los músculos en tensión, nota el rubor en sus mejillas, mientras sin levantar la cara de su hoja empieza a balbucear las primeras palabras..  "por, por, ffff, por fav...." Su corazón se acelera más y más, al igual que su respiración, sigue sin levantar la cabeza ni mirar a su interlocutor que sigue enfrascado en su tarea. Prrffff,.... Manolo, piensa: que se ha creído este imbécil. Se levanta bruscamente, acalorado y rompiendo la tarea en dos partes se la tira a la cara a su compañero que le mira ojiplático . Se zafa bruscamente de la monitora que trata de contenerle diciendole, ¡suelta guarra! y dando un portazo, se  marcha de la sala.
Pilar. Una joven de 22 años con síndrome de Down, va todos los domingos a comprar unas galletas para desayunar con sus compañeros y compañeras de piso. Es una vivienda que comparte con otros jóvenes con discapacidad intelectual y que cuenta con el apoyo de cuidadores y cuidadoras. Pide el pan, y al cogerlo piensa: “mierda, se me ha olvidado el dinero en casa”. Se queda quieta, callada, mirando a la dependienta con el pan en la mano, que le dice el precio del pan. Le tiemblan las manos empapadas en sudor. Hay cola en la panadería, y en la cola algunas personas se impacientan y verbalizan que se de prisa. Con el corazón en un puño, Sonríe avergonzada mientras piensa: Ahora qué hago, con qué le pago, pensará que no le quiero pagar, quiero salir de aquí. Cuando la dependienta le vuelve a decir el precio del pan, Pilar empieza a hacer sonar sus dedos y sin mirarle la cara, deja el pan con violencia encima del mostrador y se marcha corriendo empujando a la gente que esperaba la cola.
Memo, 66 años. Amputación de ambas piernas tras accidente de coche, usuario de silla de ruedas eléctrica. Asiste a un centro de día 3 veces a la semana para personas mayores dependientes. Durante uno de los primeros días en el recibidor del centro, se le para la silla mientras que Carlos, su hermano, camina a su lado. Piensa: “ya está, la liamos, a ver ahora qué hago….” Le sudan las manos. Mira a su hermano con desprecio , que se aleja a buscar ayuda. Y piensa: “y este ahora donde va, con lo inútil que es…” El corazón el palpita en el pecho fuertemente. Mientras que todo el que pasa por ahí, le pregunta que pasa y se le queda mirando. “Madre mía, qué percal, qué vergüenza….” ¿Qué miras? Le grita a Don Pablo que pasa a su lado con su hija. El corazón ya no le cabe en el pecho, nota un calor terrible en las mejillas. Cuando llega su hermano con Mikel, su profesional de referencia, les susurra: Inútiles de mierda. 
Lola, 90 años, asiste a un centro de día, presenta deterioro cognitivo leve asociado a la edad. No se relaciona voluntariamente con el resto de residentes o profesionales. Al llegar no saluda ni responde a las muestras de afecto de Mikel, su profesional de referencia. Piensa que se van a burlar de ella,que no le gusta, que no quiere,  frunce el ceño, baja la mirada y se sonroja, suda, con el corazón a mil por hora. Cuando Mikel, va a darle el abrazo de bienvenida. Lola le empuja de malas maneras y se marcha de su lado.
Francisco (81 años), primer día en el centro de día y durante un taller, la facilitadora propone que todas las personas se presenten en una ronda. Al escuchar esto, Francisco no levanta la mirada del suelo, con la cara enrojecida y las manos empapadas en sudor. Mientras piensa: “madre mía, madre mía, qué vergüenza….”Cuando va llegando su turno, empieza a retorcer sus manos sudadas. Cuando la facilitadora le indica que es su turno le asaltan muchos pensamientos y con el corazón acelerado piensa: “se van a burlar de mí, voy a tartamuedear, lo voy a hacer mál…” Y entonces Francisco se levanta y se marcha, sin decir nada.
Maria (70 años), movilidad reducida tras caída y baja audición. Tiende a no iniciar y mantener conversaciones con las personas residentes o los profesionales. A la hora de comer, ve acercarse a sus dos compañeros de mesa y se le tensan los músculos del cuello y nota calor en la cara. Se abanica con la servilla mientras piensa mirándolos : “Venga Maria, tu puedes, solo tienes que sonreir, y decir hola pero madre mía, ¿les escucharé bien, seré capaz de entablar una conversación, se dirigirán a mí?…” Cuando los dos compañeros se sientan a la mesa, Maria sonriente y mirándoles les dice hola, buenos días. Y los compañeros le devuelven el saludo. Maria sonríe, su respiración se hace mas lenta, se siente relajada y piensa: “ni tan mal, oye, que majos…”
Hoy es el día de los Santos Inocentes.  A Rosa le han gastado una broma. Luis otro de los residentes de la URTMG le ha dicho que vaya donde la supervisora porque le va a echar la bronca. Cuando llega al despacho, ésta no sabe de qué le está hablando. “Puto Luis, le voy a matar, se va a enterar”, se dice para sus adentros. Enfurecida, acalorada, y con el corazón saliéndole del pecho echa a correr directa hacia Luis. Le empuja, le da una patada y le insulta. 
Juan, usuario de un centro de día para personas con discapacidad intelectual. Hoy quiere reconocer a su cuidadora por lo buena profesional que es para él y todo el mundo. Ayer le echó una mano con una tarea difícil. Piensa como podría decírselo, dónde decírselo, se visualiza en el comedor, diciéndole que está muy contento de tenerla como cuidadora de referencia. El corazón le da un vuelco en el pecho mientras piensa, en el comedor, qué dirán los otros, qué pensará ella. Llegando al comedor ve a lo lejos a su cuidadora, se acerca pensando “se lo digo, se lo digo, que sí, venga Juan”. Nota el rubor en sus mejillas, y una gota de sudor cae por su frente. Al llegar donde ella le dice con voz temblorosa y sin mirarle a la cara que le disculpe por dar tanta la lata. Ruborizado se aleja de ella rápidamente.
Carlos (32 años), residente en una URTMG. Hoy le ha tocado colocar las mesas para realizar un taller. Jorge, personal de mantenmiento, le grita enfadado que las mesas no se colocan así. Que es un torpe, que está haciendo mucho ruido y las está arrastrando y rompiendo, y que tiene que colocarlas otra manera. Le aparta con violencia y Jorge empieza a colocarlas a su manera sin parar de gritarle. Carlos desconcertado no deja de pensar: que torpe soy, tiene razón, soy un estúpido, ya ni las mesas pongo bien. Trata de disculparse, con el corazón en un puño, tartamudeando yo, yo… Jorge se burla agresivo, "yo-yo, quita del medio, anda" Entonces Carlos cae el suelo en una de sus “crisis convulsivas"

Pedro, 69 años. Primera semana en el centro residencial Las Flores. Muy enfado porque ayer no le dieron otra vez, su medicación para el dolor de la pierna y ha pasado mala noche. Piensa: se van a enterar, ya viene el inútil con la medicación y esa sonrisa de bobo, hasta hoy trabaja aquí, se va a cagar. Rojo de ira, le mira y le dice gritando: mira a buenas horas mangas verdes vienes con la medicación. Inutil, ni me toques le dice arrebatándole la medicación de las manos. Al acercarse la supervisora a ver qué pasa, nota que todo su cuerpo se tensiona. Piensa: otra que tal baila. Le espeta a gritos mientras se aleja: pero qué personas tienen aquí trabajando, que lo despidan, no quiero ni verle y a usted tampoco. ¡Quítense de mi vista!.


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