La demencia vascular es la pérdida de la función intelectual debida a la destrucción del tejido cerebral por una reducción o un bloqueo del suministro sanguíneo. La causa suelen ser los accidentes cerebrovasculares (ictus), ya sean pocos pero extensos o numerosos pero de pequeño tamaño.
El ictus es la primera causa de mortalidad entre las mujeres españolas y la segunda en los varones, según datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (GEECV-SEN). En Europa mueren 650.000 anualmente por esta causa y, de ellos, 40.000 son españoles. Al año se detectan unos 120.000 casos nuevos. De hecho, cada seis minutos se produce un ictus en España.
El ictus es una enfermedad cerebrovascular y se produce por la disminución u obstrucción del flujo sanguíneo. La sangre no llega al cerebro en la cantidad necesaria y, como consecuencia, las células nerviosas no reciben oxígeno, dejando de funcionar. Al ictus también se le conoce como Accidente Cerebro Vascular (ACV), embolia o trombosis.
Esta enfermedad es más frecuente a partir de los 55 años y su riesgo aumenta proporcionalmente con la edad. Así, se estima que más del 21% de la población mayor de 60 años de nuestro país, casi dos millones de personas, presenta un alto riesgo de sufrir un ictus en los próximos 10 años, según los datos del estudio PREVICTUS. La Organización Mundial de la Salud (OMS) va más allá en sus previsiones. Según sus estimaciones y teniendo en cuenta que en el año 2050 la población mayor de 65 años representará el 46% del total, casi la mitad podría sufrir un accidente cerebrovascular.
¿POR QUÉ SE PRODUCE EL ICTUS? ETIOLOGÍA Y MECANISMOS
Además de la edad, existen otras causas de riesgo como la hipertensión arterial, las arritmias cardiacas u otras enfermedades del corazón, la diabetes mellitus, la dislipemia, la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol, entre otros.
Las enfermedades cerebrovasculares o ACV (ictus) tienen en común su presentación
repentina, brusca y suelen afectar a personas ya mayores –aunque también pueden producirse
en jóvenes– y con frecuencia suceden por el acúmulo de una serie de circunstancias
personales, ambientales y patológicas a las que denominamos factores de riesgo.
El ictus puede ser isquémico o hemorrágico.
Una buena representación de lo que
sucede en el cerebro es imaginar un sistema de acequias en un campo. Si se rompe:
sale el agua de forma indiscriminada, inundando y destruyendo una parte del campo:
será la hemorragia cerebral.
Si un canal de la acequia se cierra u obtura: no llega el
agua, la parte del campo se seca y no brota: será la isquemia cerebral o infarto
cerebral. Si una acequia no esta limpia, se va tapando por detritus, se irá cerrando
poco a poco, y aún pasará agua para regar el campo, aunque cada vez con mayor
dificultad.
Dependiendo del sistema de acequias, y si se cierra poco a poco, da tiempo a
que le pueda llegar agua por otros canales. Lo mismo pasa en el cerebro, aunque llega
un momento, si la arteria se estrecha poco a poco, en que no llega suficiente sangre al
cerebro y se produce la trombosis cerebral.
Si se cierra de golpe, como suele ser el caso en que un trombo que proviene del
corazón se impacta en la arteria, muchas veces no da tiempo a que llegue “agua” de
otros canales; se produce la embolia cerebral, que suele ser más grave.
La obstrucción de las arterias del cerebro
va a provocar infarto cerebral, que, a su vez,
puede ser por trombosis (causa directa de la
estrechez de la arteria o vaso, que impide la
correcta irrigación de la zona del cerebro que
alimente) o por embolia.
¿CUÁL ES LA CAUSA DE QUE SE
PRODUZCA UN INFARTO CEREBRAL?
Vamos a comentar sólo las causas más
frecuentes:
1. Ictus trombótico. En el infarto aterotrombótico el determinante principal va a ser
la arteriosclerosis, que va dañando todas las arterias (“tuberías”) del organismo, entre
ellas, la que nos ocupa, las arterias del cerebro.
Dentro de los vasos, la capa más interna, en contacto con la sangre, es el
endotelio; cuando existen enfermedades o factores de riesgo, como la hipertensión
arterial, el aumento de colesterol, la diabetes, la obesidad, se depositan en esta capa
de la arteria detritus (colesterol y células), que van estrechando progresivamente las
arterias. Esto es la arteriosclerosis, y no podemos olvidar que el árbol vascular existe en
todo el cuerpo, por tanto lo dicho no afecta sólo a las arterias del cerebro, sino también
a las del corazón, las piernas y todo el organismo. Por diferentes causas, suele
producirse de manera más frecuente en unos territorios arteriales que en otros, siendo
especialmente frecuente en el origen de las arterias carótidas internas que como ya se
ha comentado son fundamentales en el aporte circulatorio al cerebro. Sobre estos
depósitos se acaban produciendo lesiones superficiales que dan lugar a que se formen
inicialmente agregados de plaquetas y posteriormente trombos sanguíneos que ocluyen
el vaso e impide el paso de sangre. Al infarto cerebral producido por este mecanismo lo
conocemos como infarto trombótico o más correctamente como infarto
aterotrombótico.
Un mecanismo algo más complejo, es el que determina el Ictus hemodinámico.
Sin que necesariamente exista una obstrucción arterial completa puede también
producirse un infarto cerebral; son casos en los que, por mecanismos diferentes a la
oclusión arterial completa, existe un descenso cuantitativo importante en el flujo
cerebral (casos de estrecheces muy acusadas de una arteria con paso muy limitado de
sangre junto a caídas mantenidas y acusadas de la tensión arterial, pérdidas acusadas
de sangre en casos de hemorragias masivas…). Al infarto cerebral producido por este
mecanismo lo conocemos como infarto hemodinámico.
Para evitar la progresión de la arteriosclerosis en general y del ictus
aterotrombótico en particular es tan importante un saludable estilo de vida y realizar
medidas de prevención, ya sea antes de sufrir el ictus -situación ideal, para evitar que
se produzca-, o después de padecerlo.
Afortunadamente, hoy en día podemos actuar de forma eficaz sobre los factores
de riesgo más importantes y, con ello, reducir de forma significativa el número total de
personas que sufrirán un ictus cada año.
1. Ictus embólico. Tal como hemos comentado previamente, el trombo puede
provenir de un territorio circulatorio proximal y
ocluir la arteria por su impactación en una
arteria de calibre menor al suyo. Estos
trombos circulantes pueden provenir bien de
un territorio arterial proximal o bien formarse
en el corazón. Hay una serie de factores que
favorecen que el corazón forme esos trombos
locales que luego pueden desprenderse. Entre
ellas destacan determinadas arritmias, la
dilatación de ciertas cavidades naturales, las
alteraciones de la contractilidad o el
propio infarto de miocardio (corazón). Al
infarto cerebral producido por este
mecanismo lo conocemos
genéricamente como infarto embólico y
como infarto cardioembólico si
suponemos que el émbolo proviene del
corazón.
Ictus lacunar. En ocasiones se produce
un tipo peculiar de infarto cerebral caracterizado por su pequeño tamaño y su
morfología redondeada que se le conoce como “laguna” o infarto lacunar. Este tipo de
infarto cerebral está en la mayor parte de casos relacionado con la HTA, la diabetes o la
edad, factores que favorecen el que se produzca una proliferación de las propias
paredes de la arteria hacia su luz llegando en determinadas ocasiones a ocluirla
totalmente. Este fenómeno suele tener lugar en arterias de pequeño calibre situadas en
la profundidad del tejido cerebral lo que explica su forma “lacunar”.
Ictus de causa indeterminada. En la mayoría de series de pacientes con infarto
cerebral queda un porcentaje no pequeño ( que puede llegar al 20% de casos) que
pese a un estudio profundo y la realización de una amplia batería de pruebas no llega
a determinarse el origen o etiología del infarto cerebral. Pese a esta “incertidumbre”,
también ellos tienen un tratamiento preventivo efectivo.
¿CUÁL ES LA CAUSA DE QUE SE PRODUZCA UNA HEMORRAGIA CEREBRAL?
La hemorragia cerebral se produce por la ruptura de un vaso del cerebro. El factor
de riesgo más importante sigue siendo la hipertensión arterial. Un factor de riesgo en
aumento, sobre todo entre los jóvenes, es la ingesta de drogas excitantes, como las
anfetaminas, la cocaína y el éxtasis.
¿Qué es una hemorragia intracraneal?
Dentro de las hemorragias intracraneales o Ictus Hemorrágicos podemos
diferenciar esencialmente tres subcategorías: la hemorragia intraparenquimatosa, la
hemorragia intraventricular y la hemorragia subaracnoidea.
1. Hemorragia Intraparenquimatosa. A lo largo de la vida, determinadas factores
aparentemente “poco agresivos”, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus o la
edad van dañando de “manera silenciosa” la pared arterial, especialmente la de las
ramas arteriales más pequeñas y distales que han penetrado en la profundidad del
encéfalo. A estos factores los conocemos como factores de riesgo. La pared arterial
sometida de manera constante a estos factores se vuelve rígida, se adelgaza y se torna
frágil, hasta el punto de poder romperse. Si esto ocurre, la sangre sale de modo brusco
a gran presión, dislacera (rompe) el tejido nervioso, se colecciona y forma un
hematoma. A este tipo de hemorragia localizado dentro del parénquima encefálico lo
conocemos como
Hemorragia Intraparenquimatosa. Además de poder producirse de
manera espontánea a través de estos factores favorecedores o de riesgo, la hemorragia
a veces tiene origen en una lesión subyacente del cerebro, es secundaria a factores
externos como la toma de fármacos que modifican la capacidad de agregación de las
plaquetas o de coagulación de la sangre o se produce como consecuencia de
enfermedades que alteran la coagulación en cuyo caso consideramos que estamos ante
una Hemorragia Intraparenquimatosa Secundaria. También puede haber hemorragias
secundarias a traumatismos cerebrales con o sin fractura craneal ( accidente de tráfico,
herida de bala, agresiones) que tienen una presentación, mecanismo, pronóstico y
tratamiento distinto y que no abordaremos en esta obra.
La hemorragia intraparenquimatosa, tenga el origen que tenga, además de
dañar directamente el tejido cerebral sobre el que asienta, va a ocupar un volumen
dentro del tejido, lo que condiciona desplazamiento y compresión del tejido sano
circundante.
Si la hemorragia es pequeña el daño será secundario fundamentalmente a la
“rotura” del tejido encefálico, dado que el pequeño aumento de volumen intracerebral
va a poder ser compensado a través de determinados mecanismos
Si la hemorragia es grande,
sin embargo, además de un mayor
daño encefálico directo se producirá
un aumento brusco de la presión
local por ocupación de espacio del
propio hematoma y una importante
inflamación secundaria del tejido
sano de alrededor. Todo ello en
conjunto dará lugar a un aumento
marcado y rápido del volumen total
del encéfalo que no puede ser compensado. Dado que el encéfalo está contenido en un
estuche rígido, óseo, inexpansible, que es el cráneo, se producen incrementos
importantes de la presión intracraneal que añadirán daño por compresión de otras
estructuras encefálicas. Este fenómeno que se conoce como hipertensión endocraneal
da lugar a una situación muy grave que habitualmente pone en grave peligro la vida del
paciente.
2. Hemorragia Intraventricular. En ocasiones la sangre, además de poder alojarse
en el parénquima encefálico, puede invadir el sistema ventricular. Al sangrado que tiene
lugar dentro del sistema ventricular lo conocemos como Hemorragia Intraventricular
pudiendo aparecer como consecuencia de una hemorragia intraparenquimatosa que “se
abre” al sistema ventricular o bien como consecuencia de un sangrado local en cuyo
caso la denominamos
Hemorragia Intraventricular Primaria ( ó Pura). Aparte del mayor
o menor daño encefálico directo e inicial en este tipo de hemorragias se añade la
posibilidad de que se produzca una obstrucción del sistema ventricular convirtiéndose
éste en una cavidad cerrada en la cual se mantiene la producción de líquido
cefalorraquídeo pero no se puede drenar [evacuar] al espacio subaracnoideo,
acumulándose este y dando problemas por aumento de presión intracraneal. A esta
complicación la conocemos como hidrocefalia obstructiva y puede requerir un drenaje
quirúrgico urgente del líquido acumulado.
3. Hemorragia Subaracnoidea. Por razones que desconocemos, algunas personas
presentan dilataciones en la pared de las arterias que discurren por la superficie o la
base del encéfalo, dentro del espacio subaracnoideo. A estas dilataciones las
conocemos como aneurismas intracraneales. Otros individuos, nacen con alteraciones
congénitas en sus vasos sanguíneos en forma de conexiones arteriovenosas anómalas a
las cuales conocemos como malformaciones arteriovenosas. Estas están constituidas
por verdaderas “marañas” de vasos anómalos dilatados a través de los cuales se
conectan estructuras arteriales y venosas. Todas estas estructuras vasculares anómalas
se caracterizan por tener una mayor fragilidad que las estructuras vasculares “sanas”.
Con el paso de los años estas anomalías vasculares pueden ir creciendo y aumentando
su fragilidad. Todo este proceso puede tener lugar sin que existan síntomas de alarma,
es decir, sin que produzcan ninguna clínica. Bien de manera espontánea o en relación
con determinados factores desencadenantes (esfuerzos físicos, incrementos de tensión
arterial…), estas estructuras pueden romperse dando lugar a un sangrado dentro del
espacio subaracnoideo. A este tipo de hemorragia la conocemos como Hemorragia
Subaracnoidea y se caracteriza por su extrema gravedad de inicio con una alta
mortalidad inicial y por la posibilidad de complicaciones secundarias también
importantes (resangrado frecuente, hidrocefalia obstructiva, cierre de las arterias por
vasoespasmo con posibilidad de infartos cerebrales).
Comentarios
Publicar un comentario