Proteger la intimidad ante episodios de incontinencia: buenas prácticas


La intimidad es un derecho  a proteger en las personas en situación de dependencia y un elemento clave en la aplicación de modelos de Atención Centrada en la Persona.

Para proteger la intimidad y la confidencialidad en el cuidado cotidiano de las personas con demencia es importante que los cuidadores/as que apoyan en las Actividades de la vida diaria identifiquen los principales asuntos y  buenas praxis relacionadas con estos dos aspectos.

Los episodios de incontinencia generan habitualmente gran malestar a la persona y también a quien le cuida. Son sucesos en los que proteger la intimidad puede llegar a resultar difícil.

Si la persona es consciente de lo que ha pasado y de su deterioro, suele sentir vergüenza y se desmoraliza llegando incluso a sentir que así ya no merece la pena vivir. La pérdida del control de esfínteres es duro y difícil de asumir para las personas adultas. Afecta de lleno a la vivencia de pérdida de dignidad. Es algo que no suele ser deseado por nadie.

Si la persona tiene una demencia avanzada, al sentir incomodidad, puede intentar quitarse los absorbentes o la ropa, lo que llega a provocar situaciones muy desagradables para quienes le rodean. En estos momentos será indispensable saber gestionar bien el suceso y las emociones que ello provoca.

Testimonio: No pude contenerme y me lo hice todo encima. Como no puedo caminar con rapidez tras el ictus,  las cuidadoras del centro de día me tuvieron que llevar al baño, cambiarme, ducharme porque estaba perdido. Es tristísimo, humillante, llegar a verte así.”

Antton, directivo jubilado, 66 años


Algunas recomendaciones

  • Evitar comentar en voz alta lo que ha pasado o dónde se lleva a la persona.

  • No hablar de la persona con otras personas, contando lo que ha pasado e  ignorándola, como si no estuviera.

  • Evitar que la persona se sienta culpable o avergonzada. No son admisibles los comentarios que le generen humillación o incomodidad en relación al episodio.

  • Empatizar con la persona, ponerse en su lugar.

  • Prestar ayuda de forma rápida, no hacer esperar, dar respuesta de forma discreta cuanto antes.

  • Sin frivolizar procurar no dar excesiva importancia, desdramatizar lo ocurrido, relajar el momento.

  • Cuidar especialmente los comentarios y gestos que puedan mostrar desagrado hacia la persona o situación.
Testimonio: 
Montxo rechaza usar absorbentes, dice que eso es cosa de críos y de mujeres y que él no los necesita. El equipo del centro residencial hemos tratado en la reunión semanal este asunto. Hemos quedado que  lo tratará con él Txarli, su profesional de referencia, que es con quien Montxi tiene más confianza. Hemos recordado la necesidad de tratar esto con mucho tacto y discreción porque es algo que avergüenza a Montxo y afecta a su vida íntima.  Ambos han valorado usar solo absorbente de noche y durante el día prestar especial atención a cada demandas de ir al baño.

Confidencialidad

procede del término confianza. Surge siempre de una relación interpersonal donde el individuo deposita en la otra persona in- formación que éste considera personal, y lo hace, por tanto, en un marco de confianza y de expectativa de confidencialidad y lealtad. En la asis- tencia, la persona usuaria permite el acceso de los profesionales a la vida privada con la finalidad de mejorar su bienestar y satisfacer mejor sus necesidades.


Las dimensiones de la confidencialidad

  • Dimensión legal. La confidencialidad se basa en el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Varias normativas regulan el marco legal del derecho a la confidencialidad de la información asistencial como son la Ley de protección de datos de carácter personal o la Ley de Autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica. Por otro lado, se recoge el secreto profesional como medio de proteger estos de- rechos fundamentales. El código penal castiga la revelación del secreto profesional (art. 197-201), delito que se agrava cuando se trata de un menor o incapaz.
  • Dimensión ética. La confidencialidad parte del principio de la dignidad de la persona y del respeto a la autonomía de cada individuo en relación a la protección de su intimidad. La confidencialidad es necesaria para el ejercicio de la autonomía y en algunos casos la revelación de informaciones supone un daño social, emocional y moral que puede considerarse una lesión. Da peso al control del individuo sobre su intimidad frente a valores sociales relacionados con el bien común. Desde la dimensión ética de la confidencialidad se aborda tanto la importancia del secreto profesional como las circunstancias que justifican su incumplimiento.
  • Dimensión clínica/asistencial. Se refiere a todo el proceso relacional donde la persona usuaria, en un marco de confianza, deposita información y confía su privacidad a los profesionales desde una expectativa de respeto, confidencialidad y lealtad.

Los asuntos privados e íntimos de las personas usuarias están siempre sujetos a confidencialidad. 

En muchas ocasiones los equipos técnicos, y en general la población, podemos desconocer estas responsabilidades. Es preciso sensibilizar, crear conciencia del valor de la confidencialidad en cuanto a requisito básico para el desarrollo de la autonomía (no podemos decidir si no tenemos ga- rantía de confidencialidad) y desarrollar en las organizaciones actitudes de revisión y reflexión. En las organizaciones asistenciales suele ser to- davía muy frecuente la falta o las fugas de confidencialidad. Reconocerlo es el punto de partida; si no somos capaces de ver y admitir nuestras omisiones o carencias difícilmente mejoraremos. La confidencialidad asistencial hace referencia tanto al secreto por parte de los profesionales como al deber de sigilo que compromete a quienes reciben los asuntos personales de otros.

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