LA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA, O LA CONFIRMACIÓN DE NUESTRAS EXPECTATIVAS

“la función de la comunicación no es solo transmitir información, sino también
 estimular la aparición de comportamientos y producir determinados sentimientos”

(Rodríguez Marín, 1995) 


Muchas personas conocen la teoría de la Profecía Autocumplidora, pero a menudo no somos conscientes de sus efectos potenciadores o devastadores. 

Como teleoperadores del servicio de teleasistencia, como gerocultores o cuidadores de personas con pluridiscapacidad o en situación de dependencia es especialmente importante que tengamos presente su gran fuerza a la hora de conseguir los resultados que deseamos.

La leyenda de Pigmalión

Durante mucho tiempo Pigmalión, Rey de Chipre, había buscado una esposa cuya belleza correspondiera con su idea de la mujer perfecta. Al fin decidió que no se casaría y dedicaría todo su tiempo y el amor que sentía dentro de sí a la creación de las más hermosas estatuas.

Al rey no le gustaban las mujeres que veía, y vivió en soledad durante mucho tiempo. Cansado de la situación en la que estaba, empezó a esculpir una estatua de mujer con rasgos perfectos y hermosos. Así, realizó la estatua de una joven, a la que llamó Galatea, tan perfecta y tan hermosa que se enamoró de ella perdidamente. Soñó que la estatua cobraba vida. El rey se sentía atraído por su propia obra, y no podía dejar de pensar en su amada de marfil.

En una de las grandes celebraciones en honor a la diosa Venus que se celebraba en la isla, Pigmalión suplicó a la diosa que diera vida a su amada estatua. La diosa, que estaba dispuesta a atenderlo, elevó la llama del altar del escultor tres veces más alto que la de otros altares. Pigmalión no entendió la señal y se fue a su casa muy decepcionado. Al volver a casa, contempló la estatua durante horas. Después de mucho tiempo, el artista se levantó, y besó a la estatua. Pigmalión ya no sintió los helados labios de marfil, sino que sintió una suave y cálida piel en sus labios. Volvió a besarla, y la estatua cobró vida, enamorándose perdidamente de su creador. Venus terminó de complacer al rey concediéndole a su amada el don de la fertilidad.

El eminente sociólogo norteamericano Robert Rosenthal, fallecido en el 2020, utiliza este mito griego para explicar la importancia que tienen las expectativas sobre las personas, cosas, situaciones o incluso nosotros mismos, para que se acaben convirtiendo en una realidad. Hoy lo conocemos como la Profecía Autocumplida.

Rosenthal hizo un experimento que consistía en decirles a los profesores de una escuela que ciertos alumnos, escogidos al azar, eran brillantes. Un año después hicieron un test a todos los alumnos y alumnas supuestamente “brillantes”, obtuvieron mejores resultados.

Otro interesante estudio es el que se realizó en un pueblo en Ghana Central llamado Ashanti. En dicho pueblo, cada bebé al nacer recibe un nombre espiritual que se basa en su día de nacimiento. Por otro lado, cada día está asociado a un conjunto de rasgos de personalidad. A los nacidos en lunes se les llamada Kwadwoy, y tradicionalmente se les considera que poseen una personalidad calmada y pacífica. A los niños nacidos en miércoles se les conoce como Kwaku, y se supone que tienden a tener malas conductas. Un psicólogo decidió estudiar si esta temprana etiqueta podría tener un impacto a largo plazo en la autoimagen y, por tanto, en la vida de los niños. Para ello, examinó la frecuencia con la que ambos nombres aparecían en los registros de los Tribunales Juveniles por cometer algún delito. Y, efectivamente, el resultado de la investigación mostró que el nombre dado a un niño en su nacimiento afectaba a su conducta, ya que había una notable superioridad de delincuentes con el nombre de Kwaku (a los que pronosticaban mala conducta) que Kwadwo (los pacíficos).

¿Somos conscientes de las consecuencias que pueden tener nuestras expectativas para el desarrollo del pleno potencial de los usuarios con los que conversamos? 

Partiendo del teorema de Thomas, que dice: Si una situación es definida como real, esta situación tiene efectos reales, Robert K. Merton formalizó el concepto de profecía que se autorrealiza, su estructura y sus consecuencias en su libro Teoría social y estructura social (1948). En este libro Merton lo define como: La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición «falsa» de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva «verdadera». Es decir, la manera en que percibimos las situaciones, el significado que les damos será mucho más determinante que la situación tal como es realmente (que no es ni buena ni mala, solo es).

El significado, la interpretación que hacemos de la situación determina nuestros comportamientos

Para que la profecía autocumplidora trabaje a favor nuestro, las expectativas no han de centrarse en lo que “espero que haga el otro”, sino que las expectativas estarán “en el potencial del otro”.

Convencidos del significado de una situación, con independencia de si es cierta o no, nuestra conducta estará alineada a esa interpretación que nosotros hemos hecho y tendrá consecuencias prácticas y reales. Cuando mantenemos una firme creencia respecto a algo o alguien, acabamos corroborándola. Ciertas expectativas que tenemos se fundamentan en bases poco sólidas y aún así, creamos las condiciones para generar los cambios necesarios para que se confirmen.

De manera que la profecía autocumplida hace honor a su nombre cuando podemos ver que realmente en numerosas ocasiones se cumplen las expectativas que se formulan unas personas con respecto a otras, y de manera especial, si las consideramos importantes para nosotros.

Del mismo modo, cuando aseguramos que cierta circunstancia va a producir un resultado negativo (un negocio, una relación, etc.), nosotros mismos nos encargamos de que esto sea así, es como si nuestro pensamiento se dirigiera hacia ese resultado, y orientamos todas nuestras acciones en ese sentido.

En realidad se trata de una retroalimentación automática, creemos que algo va a suceder de una determinada manera y actuamos como si eso fuera cierto, lo que ofrece muchas más probabilidades de que se produzca.

Igualmente, cuando se predice un resultado positivo, todas las fuerzas del individuo se movilizan hacia su consecución, por lo que es mucho más probable que lo consiga.

Por ejemplo, he realizado un primer encuentro con mi nuevo equipo de teleoperadores del que soy coordinadora  y antes de empezar, la directora me ha indicado que uno de ellos es muy bueno y viene muy bien recomendado, mientras que el otro a pesar de su curriculum no le ha parecido que fuera a encajar en la organización. Con esta mínima información, que además no es mía, sin ser consciente de ello genero unas expectativas que van a marcar el futuro de ambis colaboradores. Es fácil que se cumpla la profecía autocumplidora.

Cuando alguien importante en nuestras vidas nos transmite que somos valientes, capaces, inteligentes nos vemos en la necesidad de cumplir sus expectativas, no queremos defraudarle, no queremos fallarle.  Es difícil reaccionar negativamente ante alguien que cree en nuestro enorme potencial.  Cuando nos  trata  no «como somos ahora» sino como la persona que llegaremos a ser, respondemos según estas expectativas y damos lo mejor de nosotros mismos.

Otro ejemplo de profecía autocumplida sería el de tener la falsa creencia de que le caigo mal a X persona. Esta idea me hace daño y en consecuencia, acabo por hablarle mal a X, quien responde mirándome mal y yéndose de la habitación. El comportamiento de X confirma mi creencia de si le caigo mal. En cambio; creo que a X le gusto. Cuando me encuentro con ella le digo que me encanta su vestido, y ella me dice que ese color de pintalabios me queda genial y que hoy estoy especialmente guapa. El comportamiento de X refuerza mi creencia de que le gusto. En realidad soy poco consciente de que soy yo quien esta reforzando esa realidad mediante la interpretación que tengo de la misma: «convencidos del significado de una situación, con independencia de si es cierta o no, nuestra conducta estará alineada a esa interpretación que nosotros hemos hecho y tendrá consecuencias prácticas y reales».

Otro ejemplo en el ámbito de la teleasistencia. Imagina que soy teleoperadora de referencia de dos usuarios, Antonio y Pepe. Si estamos convencidos de que Antonio puede hacer determinadas cosas, le prestaremos un interés especial, le dedicaremos más tiempo, facilitaremos que adquiera más autonomía, tomaremos en serio sus propuestas con lo que probablemente esta persona se implicará en su proyecto vital y se sentirá más realizado, competente y autónomo. Por el contrario, si mi expectativa hacia Pepe es la contraria,  es negativa, y no genero dichas condiciones, si tengo la expectativa de que no acabará encajando en el servicio de teleasistencia, se confirmará la profecía autocumplidora.

Partiendo de la base de que no existe una realidad absoluta, sino que esta se configura en base a la forma que tenemos de mirarla y por las experiencias que nos han determinado para entenderla de una cierta forma. Está claro que si trabajamos activamente para cambiar la forma como miramos y percibimos la realidad, esta automáticamente cambiará.

Puede pasar que cuando conocemos a alguien y creemos que esta persona es de tal manera. Al final, nuestra idea de que esta es así, nos hace poner más atención a aquella parte de esa persona que sí es así. Con lo cual, la estamos determinando por nuestra propia percepción de esta. Y esto puede suceder en cosas malas, y hacer un juicio negativo de esta persona, pero también de cosas buenas, e idealizar a una persona atribuyéndole dotes que realmente no tiene.

Preguntas para la reflexión

  • ¿Qué otros ejemplos se nos ocurren?
  • ¿Cómo podemos evitar las consecuencias negativas de la profecía autocumplida?


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