Los prejuicios y estereotipos hacia el colectivo de personas mayores en general, y hacia las personas mayores con deterioro cognitivo en particular, en ocasiones favorecen una idea errónea sobre la intervención con este colectivo. Ello conlleva a malas prácticas y al abandono de funciones por parte del profesional de atención sociosanitaria.
Es más común de lo que sería deseable, incluso entre profesionales del ámbito sociosanitario, lo que denominamos nihilismo terapéutico. Esto es, encogerse de hombros y negar intervenciones terapéuticas a personas mayores fundamentándose en justificaciones del tipo: “como es mayor, ya no hay nada que hacer”, “ahora ya, qué se va a hacer…”, “ya no merece la pena”.
Es urgente por motivos humanitarios y de derecho revisar los modos de atención de las personas con demencia.
Frente a ese nihilismo se debe enfatizar la importancia de empatizar con la persona con demencia, con sus necesidades y de permitir el desarrollo de su independencia, su individualidad y su autonomía el mayor tiempo posible.
Frente a ese nihilismo se debe acentuar la importancia del entorno ambiental, contexto físico y social en relación a la adecuación conductual y a la reducción de las conductas problemáticas, mostrando la necesidad de capacitar y modificar las actitudes y abordajes de los y las profesionales. La falta de compresión y manejo ambiental adecuado, es la causa más frecuente de muchas alteraciones de conductas, que no son sino la forma en que las personas con demencia expresan su malestar.
La expresión de la demencia no solo depende de la patología cerebral, sino de la interacción de todos estos factores:
- La personalidad
- La biografía
- La salud
- El daño neurológico
- El ambiente (contexto físico y social)
La calidad de la atención en servicios para personas con demencia está en entredicho. Su interés radica en su pretensión de sintonizar con el punto de vista de las personas con demencias, registrando desde la observación externa la interacción de los cuidadores con éstas. El sistema de observación identifica tanto los detractores como los potenciadores personales, permitiendo, una vez registrados éstos, establecer líneas de mejora para favorecer el bienestar de las personas usuarias a través de la modificación ambiental y principalmente desde una interacción más positiva de los profesionales.
En relación al contexto social, la terapia de validación se basa en la aceptación de la realidad y la experiencia personal de cada individuo
Siempre hay algo que hacer. El principal objetivo de toda intervención es la mejora de la calidad de vida. A cualquier edad, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia patológica siempre podemos hacer algo para incrementar y/o mantener la mejor calidad de vida posible para la persona.
En el caso de las personas con demencia o deterioro cognitivo avanzado, una terapia que está muy de actualidad es la terapia de validación. Aunque todavía no hay evidencias suficientes para poder establecer conclusiones acerca de su eficacia, se están encontrando algunos resultados significativos.
Como su propio nombre indica, esta terapia se basa en el principio de la validación: aceptación de la realidad y la experiencia personal de cada individuo. Fue desarrollada por Naomi Feil (entre 1963 y 1980) como consecuencia de su insatisfacción con los métodos de trabajo con personas mayores desorientadas.
¿Qué es la validación?
Es una forma práctica de trabajar y comunicarse con las personas mayores desorientadas (que presentan un deterioro cognitivo grave). Según plantea la propia autora, esta comunicación se construye sobre una interacción empática con la persona y desde una visión holística de la misma.
Como he comentado, parte de la idea de “ponerse en el lugar del otro” y tratar de comprender por qué la persona con demencia se muestra desorientada o presenta un comportamiento extraño. Se parte de una actitud de no juzgar y abierta a los sentimientos de la persona.
La terapia de validación se basa en los siguientes principios:
1. Todas las personas mayores son únicas y valiosas
Partiendo de ello, la forma de comunicarse con cada persona será diferente, en función de su individualidad, partiendo siempre del respeto. En relación con esto, es importante evitar utilizar un habla infantilizadora y paternalista, el elderspeak, del que ya os he contado algo.
2. Las personas mayores con deterioro cognitivo deben ser aceptadas tal como son: no debemos intentar cambiarlas
Las personas con deterioro cognitivo y/o demencia, en ocasiones presentan comportamientos extraños, conductas anómalas que no comprendemos. Desde la terapia de validación se plantea como punto importante aceptar la conducta de la persona tal y como es, e intentar buscarle una explicación como un modo de la persona de expresar determinados sentimientos (enfado, rabia, tristeza, etc.).
3. Escuchar con empatía genera confianza, reduce la ansiedad y restaura la dignidad
La comunicación empática implica ponernos en el lugar de la otra persona, tratando de comprender qué le ocurre, por qué se comporta de una determinada manera. Implica una escucha activa. Como propone Naomi Feil, la empatía reduce la ansiedad y la agitación de la persona con demencia, reforzando su dignidad.
4. Reconocer y validar los sentimientos de la persona
Esta terapia plantea que el reconocimiento y la validación de los sentimientos de la otra persona permitirá que estos disminuyan, mientras que ignorarlos facilita su refuerzo.
5. Hay una razón detrás de cada comportamiento de las personas con deterioro cognitivo
Las conductas anómalas que manifiestan las personas con demencia siempre tienen una explicación subyacente, según este modelo. Plantea que detrás de las mismas hay un sentimiento o experiencia que contribuye a su expresión. Por eso es tan importante considerar la individualidad de cada persona.
Se ha encontrado que esta forma de comunicación podría contribuir a reducir la ansiedad y la agitación de las personas con demencia, al mismo tiempo que refuerza su dignidad y mejora su calidad de vida.
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