Rakel, de 35 años y con un trastorno depresivo diagnosticado, lleva días asistiendo al taller ocupacional en el que se desarrollan manualidades y afanándose en la realización de una tarjeta de felicitación navideña para regalarla a una de sus cuidadoras favoritas, Miren la que más cariñosa se muestra siempre con ella. Así que, una vez terminada la tarjeta, la busca con urgencia por el centro y la encuentra en la recepción dirigiéndose hacia la salida. Corre hacia ella y le entrega el regalo con verdadero entusiasmo. Miren coge la tarjeta con gesto de contrariedad y, sin abrirla siquiera, le dice secamente: “Gracias Rakel, preciosa, la pondré en mi mesa”, la guarda en su bolso y sale precipitadamente por la puerta.
Aunque las palabras pronunciadas por Miren son adecuadas, su reacción provoca en Raquel una honda desilusión y tristeza que, unidas a su estado de ánimo decaído consecuencia de su trastorno, le origina intensos sentimientos de fracaso y de culpa, desencadenando la total pérdida de motivación mostrada en días anteriores.
Miren, al día siguiente, la ve tan desanimada que le pregunta qué le ha pasado:
- Que no sirvo para nada. ¿Tan poco te gustó la tarjeta que te hice?
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La depresión es un trastorno del estado anímico en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida diaria durante un período de algunas semanas o más. Es el más común de los trastornos mentales.
Probablemente, uno de los trastornos mentales más frecuentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la depresión es uno de los trastornos que más discapacidad provoca en el mundo.
En España afecta a 1 de cada 6 personas en algún momento de su vida, y el 70% de los pacientes con depresión son mujeres.
Se puede desarrollar una depresión a cualquier edad.
La Depresión Mayor: Es un estado depresivo mucho más persistente que un estado de tristeza normal, en el que por lo general hay empeoramiento de los síntomas de aflicción.
En la comunicación no verbal destaca:
- Escaso contacto visual.
- Presencia de enlentecimiento motor o agitación
- Aislamiento de su entorno (incomodidad ante la presencia del otro)
- Poco cuidado con el aspecto físico.
- Aumento de la latencia de respuesta y bajo volumen de la voz
Respecto a la comunicación verbal podemos señalar:
- Comentan que se sienten tristes desesperanzados, sumidos en la melancolía.
- Por lo general hablan poco y puede presentarse mutismo
- Su discurso tiende a ser vago, abstracto, y personalizado
- A nivel lingüístico emplean más verbos de estado, adverbios modificadores (muy, menos, nada) y pronombres personales, en particular los pronombres en primera persona: Estoy muy triste, no hay nada que hacer, yo soy menos que nadie, nadie me quiere....
- Cuando habla es para expresar un mundo ya terminado que le destruye irremediablemente
- Verbalizaciones de inutilidad, victimistas o de culpa y desesperanza
- Ideas de suicidio
- Verbalizan ideas negativas
- Muestran desinterés por comunicarse
- Temáticas sobre las que le gustaba conversar dejan de verbalizarse
Las pautas de comunicación del profesional de ASS incluyen desarrollar habilidades de empatía, escuchar sin juzgar, ofrecer apoyo emocional.
Supone comprender que la depresión es una enfermedad, no falta de actitud. La comunicación con las personas con depresión plantea bastantes dificultades derivadas en gran medida del hecho de que el acercamiento a ellos puede producir una importante inseguridad. Para manejarla es conveniente conocer bien las variaciones del estado de ánimo de cada persona residente con depresión.
Ayúdale a reconocer las fuentes de estrés y a encontrar la forma más adecuada para hacerle frente.
Elogia cada uno de sus avances, especialmente al principio y por muy pequeños que sean. Las críticas y los reproches activan los sentimientos propios de la depresión; los elogios y las alabanzas suben la autoestima tienden a aumentar el ánimo.
Para que sea eficaz, el apoyo debe ofrecerse manteniendo una cierta distancia, sin agobiar a la persona, dándole afecto y teniendo comprensión y paciencia. Es inútil dar buenos consejos: “si yo fuera tú...”, “yo haría” o dar órdenes: “levántate en vez de pasarte toda la mañana en la cama”. Esto lo que hará es aumentar sus sentimientos de culpa e impotencia. Recuerde que la depresión es una enfermedad: ¿le pediría a alguien con gripe que dejara de tener fiebre?. Sin embargo, podemos tranquilizar a la persona deprimida repitiendo si es necesario que entendemos sus dificultades, que no está loco/a, que la depresión es una enfermedad que afecta a muchas personas y que puede llegar a mejorar con la ayuda adecuada y el tiempo.
No obligues a la persona deprimida a cambiar de actitud o a estar más activa; en cambio dale oportunidades para compartir contigo actividades para las que puede estar más dispuesto a hacer. Podemos motivar con compresión, cariño y paciencia a la persona deprimida a hacer excursiones, salidas o a practicar acciones que con anterioridad le resultaban agradables. Recuerda sin embargo que puede ser contraproducente forzarlo a realizarlas en contra de su voluntad o exigirle demasiado. Una persona deprimida se cansa muy rápidamente porque está luchando continuamente contra su fatiga y sus pensamientos negativos.
Un cambio radical de vida, trabajo, residencia o realizar unas vacaciones lejanas no resolverán la depresión, incluso pueden empeorarla. No se separa uno de sus vivencias cambiando el entorno vital; salir de vacaciones cuando se sufre depresión sólo retrasa el comienzo del tratamiento y podría incluso empeorarla por la pérdida de las referencias habituales.
Para animar a un persona deprimida a que hable es necesario mantener una actitud “abierta” y escuchar con atención y paciencia (aunque tienda a “darle vueltas” a lo mismo o a permanecer impasible a su intento de aliviar su sufrimiento). Nunca desacredite los sentimientos que manifieste pero señale las realidades y ofrezca esperanza.
También es importante que muestre sensibilidad ante los esfuerzos de la persona y que se lo exprese mediante una palabra, un gesto o una sonrisa.
Hay que recordarles que con el tiempo y con tratamiento la depresión pasará.
El riesgo de suicidio no debe subestimarse: alrededor del 7% de personas afectadas por la depresión mueren por suicidio. Sin embargo, tenga en cuenta que la gran mayoría de las personas que experimentan este tipo de pensamientos, no los llevarán a cabo.Los pensamientos suicidas son frecuentes en la depresión, pues también son uno de los síntomas de esta enfermedad.
Los signos de riesgo de suicidio no son siempre fáciles de detectar.
Deberíamos a estar especialmente alerta a:
• que se desprenda de objetos que tienen un valor emocional para él/ella.
• a la expresión del deseo “de salir de esto” o de “reunirse con seres queridos fallecidos”.
• que muestre interés por arreglar sus asuntos personales, que tome disposiciones testamentarias.
• que establezca contactos para agradecer o decir adiós.
• un alivio repentino, sin razón aparente: Esta “mejora” inesperada puede ser causada por la decisión de realizar el acto y la perspectiva de poner n a su sufrimiento.
Si el usuario se siente inseguro respecto a hacerse daño, acompáñalo, expresa cuánto se le necesita y que es valioso/a para también ti. Si usted piensa que un usuario tiene riesgo de suicidio eleva esta sospecha siguiendo el procedimiento oportuno. Manténte cerca y retira los objetos potencialmente peligrosos.
Todas las recomendaciones en este ámbito son unánimes: las ideas de suicidio pueden y deben ser abordadas por los familiares, profesionales y, en general, por todos aquellos que están preocupados por la persona.
La mejor manera de valorar la posible existencia de ideación suicida es identificar lo que hace sufrir a la persona (el cansancio, no poder dormir, no ser capaz de amar a su familia, ser incapaz de sentir...) y hacer algunas preguntas simples y directas:
- “Yo comprendo que hay muchas cosas que te están haciendo sufrir. ¿Cuando no puedes más, has llegado a pensar en el suicidio?”
- si contesta sí: “¿Has pensado en cómo hacerlo? “
- si contesta sí: “ ¿Has pensado cuándo hacerlo? “
Si teme hablar con una persona de sus ideas de suicidio, es a menudo por miedo a “alentarlos“ y dar lugar a un acto suicida. De hecho, ocurre todo lo contrario, cuando las preguntas se plantean con cariño y respeto, la persona se siente aliviada al ver que alguien realmente entiende lo que está soportando y se da cuenta de su sufrimiento. Hablar con la persona deprimida de estas ideas es el primer paso para romper su aislamiento y el mejor “antídoto” para desactivarlas. También se puede contribuir a reducir el sentimiento catastro sta y totalmente pesimista de la persona mostrándole lo importante que es para usted, en la familia, en el trabajo, en la sociedad, en el pasado y en el futuro.
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