Antonia. P. G. es una mujer de 84 años que reside en un centro residencial desde hace una semana. Hasta el día de su ingreso convivía en su domicilio con su hijo mayor, quien cuidaba de ella. Han tenido siempre una relación muy buena pero en los últimos años se ha deteriorado un poco.
A. ha estado encamada durante los últimos dos años, debido a problemas de movilidad de los miembros inferiores y a una negación a seguir los tratamientos rehabilitadores sugeridos por su médica de salud y por el traumatólogo. De este modo, su situación ha ido agravándose, hasta el punto de requerir y recibir todos los cuidados por parte de su hijo sin moverse de la cama por lo que no sale de casa.
Actualmente, entre otras actividades de la vida diaria, no puede realizar cambios posturales por sí misma, no puede mantenerse sentada sin apoyo, ni tiene la suficiente fuerza para mantener el cuello erguido. Al estar encamada casi de forma permanente por riesgo de trombosis y sangrado se la administra de manera profiláctica heparina.
Quien ha conocido a A. la define como una mujer activa, sociable, con gran sentido del humor y fuerte temperamento. Viuda desde los 35 años, se hizo cargo de su hijo ella sola. Para completar el sueldo que recibía como encargada de la portería de una escuela pública, A. realizaba encargos de costura que le suponían un dinero extra al mes. Hoy en día, su estado de ánimo es muy bajo, y desde hace 5 años, según relata su hijo “mi madre no parece la misma”
No, no es suficiente que solamente se abordaran sus necesidades y limitaciones físicas. Es preciso un abordaje integral, con intervenciones que contemplen las dimensiones biológica, psicológica y social. Es preciso un abordaje integral, con intervenciones que contemplen las dimensiones biológica, psicológica y social.
-Dimensión psicológica (negación a seguir los tratamientos pautados, no asunción de responsabilidades, bajo estado anímico y “tono vital”, pasividad, pérdida de interés por el autocuidado, doble duelo –aceptación cambio de domicilio y familiaridad, y aceptación pérdida de autonomía)
-Dimensión social (aislamiento progresivo del entorno social, cambio de la vivienda familiar a la residencia por lo que ya no va a convivir con su hijo, ha tenido siempre una relación muy buena con su hijo pero en los últimos años se ha deteriorado un poco.)
A. ha estado encamada durante los últimos dos años, debido a problemas de movilidad de los miembros inferiores y a una negación a seguir los tratamientos rehabilitadores sugeridos por su médica de salud y por el traumatólogo. De este modo, su situación ha ido agravándose, hasta el punto de requerir y recibir todos los cuidados por parte de su hijo sin moverse de la cama por lo que no sale de casa.
Actualmente, entre otras actividades de la vida diaria, no puede realizar cambios posturales por sí misma, no puede mantenerse sentada sin apoyo, ni tiene la suficiente fuerza para mantener el cuello erguido. Al estar encamada casi de forma permanente por riesgo de trombosis y sangrado se la administra de manera profiláctica heparina.
Quien ha conocido a A. la define como una mujer activa, sociable, con gran sentido del humor y fuerte temperamento. Viuda desde los 35 años, se hizo cargo de su hijo ella sola. Para completar el sueldo que recibía como encargada de la portería de una escuela pública, A. realizaba encargos de costura que le suponían un dinero extra al mes. Hoy en día, su estado de ánimo es muy bajo, y desde hace 5 años, según relata su hijo “mi madre no parece la misma”
No, no es suficiente que solamente se abordaran sus necesidades y limitaciones físicas. Es preciso un abordaje integral, con intervenciones que contemplen las dimensiones biológica, psicológica y social. Es preciso un abordaje integral, con intervenciones que contemplen las dimensiones biológica, psicológica y social.
-Dimensión psicológica (negación a seguir los tratamientos pautados, no asunción de responsabilidades, bajo estado anímico y “tono vital”, pasividad, pérdida de interés por el autocuidado, doble duelo –aceptación cambio de domicilio y familiaridad, y aceptación pérdida de autonomía)
-Dimensión social (aislamiento progresivo del entorno social, cambio de la vivienda familiar a la residencia por lo que ya no va a convivir con su hijo, ha tenido siempre una relación muy buena con su hijo pero en los últimos años se ha deteriorado un poco.)
Es fácil pensar en algunas de las necesidades físicas que puede
presentar A, pero:
¿Sería suficiente una atención que se
dirigiese de forma exclusiva a la dimensión física de esta residente? ¿Qué
otras dimensiones han de ser atendidas? Justifica tu respuesta.
-Dimensión biológica/física (problemas de movilidad, posibles úlceras por presión, pérdida del tono muscular, rigidez en las articulaciones, otras complicaciones físicas derivadas del sedentarismo, riesgo de trombosis y sangrado, se le administra heparina, atención ABVD)
Me gustaría ke me mandaran casos prácticos de una residencia de ancianos
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