ACP vs Planificación individual clásica



La planifcación centrada en la persona (PCP) ha sido defInida como “un proceso de colaboración para ayudar a las personas a acceder a los apoyos y servicios que necesitan para alcanzar una mayor calidad de vida basada en sus propias preferencias y valores. Es un conjunto de estrategias para la planifcación de la vida que se centra en las elecciones y la visión de la persona y de su círculo de apoyo” (Mata y Carratalá, 2007).

La esencia del enfoque de la ACP consiste en el protagonismo que adquiere la persona, que se configura como referente y motor del proceso de atención.

Esto requiere que se modifque la posición entre profesionales y persona con necesidad de apoyos, consiguiendo que sea equilibrada y no jerárquica. 

Para ello es necesario transformar los roles profesionales, de manera que éstos pasen de ser prescriptores a convertirse en “facilitadores” para que la persona reciba la atención y apoyos que precisa sin perder su autonomía en la toma de decisiones de manera que pueda, así, seguir controlando su propia vida.

Es decir, no hay que desarrollar las intervenciones profesionales “desde arriba” por mucho que pensemos desde nuestro conocimiento técnico que son las adecuadas a las necesidades específcas que presente la persona. Lo que se plantea desde este enfoque es que el plan de atención y apoyos se elabore con la participación activa y en consenso con la persona, favoreciendo que opine tanto sobre los tratamientos y cuidados relacionados con su salud, como de los objetivos propios de su acontecer cotidiano y proyecto de vida.

¿Qué es el proyecto de vida?
El proyecto vital es la forma que las personas tenemos de plantearnos nuestra existencia, para conseguir nuestras metas y deseos en relación a distintos ámbitos de desarrollo personal y social: el trabajo, la familia, la red social de apoyos y afectos, los intereses y aficiones, etc. 

La ACP tiene su origen en la Psicología Humanista que se inicia en mitad del siglo XX y surge como “tercera fuerza” presentándose como un modelo superador de los clásicos enfoques del psicoanálisis y el conductismo. La clave de esta tendencia es su énfasis en la potencialidad del ser humano y sus características distintivas (decisión, creatividad, autorrealización).

Dentro de este importante movimiento destaca la figura de Carl Rogers quien propuso un nuevo enfoque psicoterapéutico con la publicación en 1942 de su obra seminal Counselling and Psychotherapy, en la que se sientan las bases de la “terapia basada en el cliente”.

La orientación del modelo rogeriano parte de la asunción de que nadie tiene más conocimiento sobre uno mismo/a que la propia persona, y que también es ésta quien cuenta con las claves necesarias para comprenderse y autodirigir su vida emprendiendo los cambios necesarios. El rol del terapeuta consiste básicamente en proporcionar un clima favorable y realizar un acompañamiento a la persona en la toma de conciencia de los aspectos que quiere modificar de su vida apoyando y orientando al “cliente” en la adopción de las estrategias más convenientes para lograrlo. Los rasgos clave que definen esta propuesta son la confianza en la persona (aceptación incondicional), la autenticidad y el rechazo al papel directivo del terapeuta (Rogers, 1980).

Cinco puntos clave en la PCP
La persona es el centro del proceso. La PCP se basa en derechos, independencia y elecciones. Consiste en una escucha real a la persona y en la comprensión y aprendizaje de ella, de sus puntos fuertes, capacidades y aspiraciones. Consiste en darle fuerza a la voz de la persona, es un compromiso para darle poder.
Los miembros de la familia y los amigos son esenciales (interdependencia). La persona no se ve como algo aislado, sino dentro de un contexto familiar y comunitario, lo que le provee de un apoyo creativo de planificación, de resolución de conflictos y de apertura de vías de trabajo encaminadas a la mejora de su calidad de vida.
El foco de la PCP se centra en las capacidades de la persona, lo que es importante para ella y los apoyos que precisa. La persona elige lo que es importante y toma el rol de liderazgo decidiendo qué oportunidades hay que crear y qué apoyos necesita. Esto implica un replanteamiento y una redistribución de roles reconociendo que los profesionales no son los “mejores expertos” sino parte del grupo de apoyo.
Es un compromiso de acciones que reconoce los derechos de la persona. La PCP genera acciones que producen cambios en la vida de la persona y en su inclusión en su comunidad. Abre caminos creativos para ayudarla a realizar sus aspiraciones, deseos y sueños, haciendo accesibles los apoyos que necesita para alcanzar el estilo de vida que
desea.
La PCP es un proceso continuo de escucha, aprendizaje y acción. Igual que la vida de cada uno cambia, también lo hacen sus circunstancias, aspiraciones e intereses. Por ello la PCP es un proceso flexible y de adaptación continua a las aspiraciones y deseos de las personas en las distintas etapas y circunstancias de su vida.

Para aclarar la innovación que aporta este enfoque en la planificación de las intervenciones y ayudar a evitar las confusiones conceptuales que en ocasiones se producen, resulta muy esclarecedora la distinción que se ha realizado entre las planificaciones individualizadas clásicas (PIC) y la
planificación centrada en la persona (PCP), y que son igualmente aplicables a la intervención con personas mayores.

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