Comunicación en teleasistencia con personas con ataques de pánico. Casos prácticos.



Los síntomas más comunes de una crisis de pánico son: palpitaciones, sudoración, miedo a morir, a desmayarse, a perder el control o a volverse loco, dolor en el pecho, mareos, temblores, sensaciones de frío o calor, ahogos, náuseas, debilidad y sensación de irrealidad, entumecimiento de extremidades, sensación de hormigueo, sensación de atragantamiento.

En el trastorno de pánico, el ataque es seguido de inquietud o preocupación acerca de padecer un nuevo ataque como así también aparecen cambios significativos en el comportamiento destinados a evitar los ataques.

Cada persona tiene un perfil sintomatológico particular. Se han identificado cuatro perfiles sintomáticos predominantes que pueden aparecer como: área cardiológica, neurológica, neumonológica y gastroenterológica.

Por ejemplo, Raúl (38) durante de sus ataques de pánico experimenta fuertes palpitaciones, sensación de opresión en el pecho y entumecimiento de los brazos acompañado de un intenso temor a morir de un infarto. Aunque los chequeos médico clínicos y varios estudios le indiquen que no hay ninguna dificultad en su corazón, no puede dejar de ir pedir nuevas pruebas o segundas opiniones médicas.


Caso 2: Eugenia (27) tiene como síntoma principal el mareo, la inestabilidad en las piernas y cuando camina por la calle siente que se va hacia un lado, que en cualquier momento se va a caer o desmayar. Desde que tiene éste problema no sale sola de su casa.


Caso 3: Mariana (43), su problema comenzó un día de verano, mientras viajaba en el metro, éste se detuvo unos minutos entre estación y estación. Allí comenzó a sentir una fuerte sensación de sofocación y ahogo. Pensó que no le iba a alcanzar el aire y moriría, a pesar que todos los demás pasajeros viajaban normalmente. Nunca más pudo viajar en el metro.


El ataque de pánico puede parecer tonto o exagerado para los demás, ya que tú desde afuera como teleoperador/a en teleasistencia percibes que no hay ningún riesgo, que todo está bien, pero quien lo vive está realmente seguro de que se encuentra en un gravísimo peligro. Así funciona, así es, no quieras cambiarlo o juzgarlo, simplemente trata de creer que lo que vive la persona usuaria del servicio de teleasistencia durante un ataque de pánico es real e intenso y con altos grados de sufrimiento, entonces activa toda tu comprensión hacia esa persona, pues es lo que más necesita de ti. 

En el momento del ataque

  1. Olvídate de querer entender

Si no has estado alguna vez en medio de un ataque de pánico, entonces no sabes lo que se siente y créeme, se siente horrible, y no, no es esa ansiedad que te da en la que de repente te muerdes las uñas… es bastante más extremo. Ahora, no porque no lo entiendas, significa que no puedas ayudarle, claro que sí puedes, solamente sin presionarte a ti mismo por entender. 

  1. Evita juzgarlo 

Cuando la persona usuaria está en medio de un ataque de pánico, su cuerpo realmente está en alerta, de verdad, por eso se llama “ataque” de “pánico” pues de repente.. de la nada, recibe un bombardeo de señales del cuerpo que su mente interpreta como “estamos en peligro”.  Y el instinto es salir corriendo y salvarse o huir de ese  peligro. Su cuerpo realmente activa esta señal, aunque en realidad no esté en peligro, así se siente.

Así es que por favor evita frases como "no te está pasando nada”, “pero si sí estás respirando, ¿por qué dices que te estás ahogando?”, “¿Al hospital??!! Pero para qué, ¡si estás perfecto!”

Comprende qué le está pasando e intenta darle su espacio 

Es curioso pero en un ataque de pánico les falta el aire y precisamente a veces lo que necesita el usuario/a es aire para respirar…, necesita que le den espacio para que pueda entrar en silencio, cerrar sus ojos y sentir lo que le está pasando mientras que se va relajando con la respiración. 

Intenta no estar encima de él “¿ya pasó? estás bien? qué te pasó? "hábleme, hábleme”, yo sé que quizás tú también te asustas y quieres saber qué le pasa, pero… no te lo podrá decir si por sí mismo no sabe lo que le pasa.


Dile que ahí estás para él o para ella 

Si algo necesita una persona en medio de un ataque de pánico es que le digas que ahí estás, no tanto que le digas qué hacer… sino “aquí estoy, si necesitas algo me dices”, y como no puedes tomarlo de la mano o quedarte ahí sentado a su lado, repítele de vez en cuando que estas a su lado y que se imagine que le estoy dando la mano a su lado.


Puedes decirle que estas con él/ella y que haga lo que necesite hacer, si es cerrar los ojos o salir al baño.. dile que le apoyas hasta que se le pase.


Recuérdale que está atravesando por un ataque de pánico y que es pasajero.


Normalmente estos ataques no duran más de 10 minutos, si le permitimos al cuerpo restablecerse por sí mismo. Y para eso necesitará más tiempo. Necesitará de tu apoyo después también pero… puedes recordarle “estás teniendo una crisis, cierra tus ojos, deja que pase… va a pasar, aquí estoy para lo que necesites”.

Pregúntale si necesita algo de ti

Más allá de tu querer salvar, rescatar o aconsejar prematuramente pregúntale "¿qué necesitas de mi?” A la mejor te dice que le cuentes algo, que le pases con el consejo sanitario, a veces la persona tras un ataque de pánico tiene la mejor respuesta.


Invítalo a sentir su respiración 

Algo que sí puedes recomendarle es que se permita sentir su respiración, y si te responde “no la siento, no estoy respirando”, le puedes decir “ok, relaja tu estómago, estás seguro, aquí estoy, concéntrate en mi voz, imagíname a tu lado.. siente aunque sea el poco aire que entra por tu nariz”. La idea es que sí está respirando, pero poquito y muy rápido, por eso, es que es recomendable que antes de decirle "respira" le digas que relaje su estómago y que se permita sentir el aire que sí entra. Poco a poco se irá calmando así.


Evita el “échale ganas” y sobre todo el “relájate, no pasa nada”

No es cuestión de ganas, ni de decirle todo el rato que se tranquilice, quizás se aleje o se cierre emocionalmente a ti en ese momento, pues “cómo me voy a tranquilizarme, echarle ganas o relajarme si estoy sintiendo que me muero?” En lugar de relájate puedes decirle “confía… esto va a pasar”.


Ábrete a darle un abrazo virtual de comprensión 

Sin decir nada, permítele que se desahogue, el tener ataque de pánico acumula muchas emociones en el interior, y a veces lo más liberador es llorar con alguien que no te juzga y que te acompaña.


La empatía es de las cosas que más sanan, de verdad, es súper poderosa, a veces lo único que necesitamos es sentir que hay alguien ahí, acompañándonos sin juzgarnos. 

Técnicas de escape

Si de plano ves que su desesperación va en aumento, hay un par de cosas que puedes hacer para que salga rápido del ataque (no lo recomiendo al 100 pues lo mejor es enfrentarlo y comprobar que no moriste en el intento) pero sí puedes hacer este par de cosas para sacarlo rápido:

  • Pídele que te diga qué desayunó o que se puso de ropa en el día anterior
  • Dile que van a hacer un ejercicio de resta y pregúntale ¿cuánto es 100 menos 7? y al resultado vuélvele a preguntar ¿cuánto es eso menos 7? hasta que lleguen al dos. 
  • Pídele que describa un olor que pueda percibir o un sonido agradable a su alrededor

Estas actividades mentales hace que salga del pánico, activando otras partes del cerebro que no están activas en ese momento.


Y después… 


Conversa sobre lo que podría hacer en la próxima crisis 

Puedes hacer un plan junto con él o ella de cómo responderá la próxima vez que tenga un ataque. Mientras más certidumbre se pueda tener, es mejor para él o para ella. Siempre recordando los puntos principales de que no hay peligro real, que es el cuerpo soltando tensión, que es pasajero y que el servicio de teleasistencia está ahí para apoyarle en cualquier momento.


¿Y si la persona no acepta ayuda en ese momento?

Recuerda que por más que queramos ayudar a los demás, la persona indicada para ayudarle es él o ella. O sea, uno mismo se tiene que dar cuenta de que necesita ayuda, uno mismo también necesita pasar por el proceso de aprender a pedirla. Si la persona no acepta ayuda, quizás es porque está desesperado, se siente ahogado, no sabe qué hacer y está necesitando darse cuenta por sí mismo lo que necesita. Es muy común en las personas que atraviesan por ansiedad o ataque de pánico que se sientan avergonzadas de estar así, y con miedo a ser abandonados por estar así, son miedos que quizás ni si quiera ella o él se da cuenta que tiene… pero definitivamente, tener ansiedad te hace sentir un bicho raro pues de un día para el otro amaneces con esta intranquilidad, mientras que ves a los demás muy tranquilos. Así es que si puedes, reafírmale de vez en cuando aquello que ves en él o en ella que es de valor

Las 5 acciones que agravan el ataque de pánico son

1.   Distraerle o pedirle que se distraiga

La distracción no funciona, si le funcionara, ya no tendría miedo de volver a tener uno.  Es como si estuvieras en tu cama acostado viendo hacia la ventana, cuando sabes que el monstruo está dentro de tu habitación, ¿se va el miedo? claro que no… solamente lo agrandas.


2.  Inhalar con bolsa de papel

Tampoco funciona, porque le estaría mandando a su cuerpo y a su cerebro el mensaje de que realmente está en peligro, ¿pero es bastante claro no? Basta con ver tantas películas donde cuando realmente está sucediendo algo malo les pasan la bolsa de papel.


3.  Pedirle que salga 

Sigues reafirmando que está en peligro, y aún más, que está en ese lugar es peligroso.  Es lo más instintivo que la persona siente que puede hacer, la respuesta natural del estrés es “ataca o huye”, y es inevitable que le den ganas de hacerlo, pero cada vez que lo hace, sigue confirmando la creencia de que en realidad estás en peligro.


4.  Pedirle que camine 

De nuevo, yo se que es natural hacerlo, que la desesperación puede llevarle a girar y girar, como si estuviera buscando marear al miedo.  Pero… ¿funciona de fondo? en realidad no...la que queda mareado es la persona.


5.  Solicitarle que se controle el pulso

Es otra manera en la que le reafirma que en el fondo crees que sí te puede pasar algo, necesitas tener la certeza de que tu cuerpo está bien y que no está a punto del colapso.

Victoria, 50 años
Desde que puede recordar, Victoria se describe como una persona nerviosa.  Cuando nevaba los niños de su barrio corrían a la colina, porque para ellos no había nada mejor que tirarse por ese monte cubierto de nieve sobre una delgada pieza de plástico que no podías controlar. Ella tenía siete y me consumía la idea de caer sobre mi mano o estrellarme contra el hielo. Era la niña menos divertida que jamás haya existido. Cuando llegó a la pubertad, las cosas no mejoraron, porque ¿quién es tranquilo a los 13? De repente, sentía toda esta presión para ser bonita, popular y fashion y Victoria se veía como una perdedora, constantemente al margen. No cumplía con las expectativas, sentía temor por todo y vergüenza todo el rato y le daba la sensación de que todo el mundo se daba cuenta. La primera vez, le pasó parada enfrente de la caja de un supermercado, paralizada por el miedo, cubierta de sudor.  Ella admite que ha permitido que esos ataques de pánico se lleven lo mejor de ella. En otra ocasión tuvo otro durante un masaje de una hora en un spa. Estaba tan mal que no quería ir a ningún lado, por miedo a que otro ataque sucediera y tuviera que salir corriendo a la mitad de una cena, una película, o lo que fuera.  Le acompaña un estado general de ansiedad. Se preocupa por cada examen de salud que se hacía y se atormenta con lo que hará cuando su perro muera. Le aterra ahogarse con algo y morir en su casa, donde vive sola. Por eso ha contratado los servicios de teleasistencia (fija) privada de la empresa BetiPrest. 

Hoy se encontraba haciendo las labores de casa como cualquier fin de semana. Sin darse cuenta empezó a pensar: sobre la vida, el trabajo, las relaciones. La cabeza le trabajaba a diez mil por hora. El miedo a la incertidumbre que siempre le acompañaba de pequeña, ahora parecía no venir solo. El corazón le va a mil por hora, y empieza a enojarse consigo misma.  Al coger la bolsa de basura se le rompe y todo el suelo recién limpiado de la cocina se mancha de basura.  Jura, suspira fuerte. Piensa, siempre piensa y siente el corazón exaltado. La falta de oxígeno empieza a apoderarse de ella. Tiene que quedarse quieta. Siente una sensación de ahogo fuera de la común. Busca abrir la boca, enderezar el cuello, cualquier artimaña es buena para cubrir grandes bocanadas. Siente el aire fluir por la garganta, pero parece que no va a satisfacer a los pulmones . Se le nubla la vista. Viene un mareo como un golpe…se desespera. Se apoya contra la pared…o mejor dicho, se deja caer sobre la misma. De repente empieza a ver borroso. Ahora si,  piensa que algo grave le está pasando Grita…o intenta hacerlo, pero nada sucede. El cuerpo no le responde, y se desploma en el suelo.  Siente una rigidez extraña en la parte de la mandíbula, los brazos, las piernas. El pecho parece que se le endurece. Intenta golpearse las extremidades buscando respuesta. Pero no pasa nada. Siente que está mal, que está peor, que es el fin... Entonces empieza a sentir un gran hormigueo en el cuerpo, se le duermen los brazos Descompuesta, queriendo llorar fuerte, gritar y correr y sin poder hacerlo...Finalmente camina como puede y se tira sobre una silla. Se deja caer. Los brazos le hormiguean. Recupera la movilidad del brazo derecho, pero el izquierdo se endurece, hormiguea, duele. Le duele mucho. Le duele el pecho. "Es un infarto. No hay duda. Es un infarto. Me muero".  Y entonces llega el llanto, fuerte, ahogado…Ya lleva casi diez minutos de esto. "No puede durar tanto…por Dios". Y de la nada otra vez el llanto. Fuerte, como de niña. Llanto a moco tendido. Con gritos, esos que venía ahogando hace minutos atrás. El brazo izquierdo recupera fuerzas, pero no deja de hormiguear. Sigue llorando, se para, toma agua. Entonces consigue pulsar el botón de alarma del medallón de teleasistencia.


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