Patxi y Miren. Comunicación con personas con Alzheimer

Patxi tiene 65 años, acaba de jubilarse tras trabajar como taxista durante 40 años. Vive con su mujer y ambos llevan una vida tranquila y ordenada libre de preocupaciones. Ayuda en las tareas de casa, hace la compra y se encarga de llevar al colegio a su nieto. Por las tardes acude a la asociación de su barrio a charlar con los amigos y a jugar un partidita de dominó. De un tiempo a esta parte, su familia viene notando algunos cambios extraños en su manera de comportarse, aunque los achacan a un estado de ánimo algo depresivo por el cambio que ha supuesto para él la finalización de su actividad profesional. Hace días que no acude a la asociación e incluso se ha distanciado de los vecinos; el otro día olvidó recoger al niño del colegio y varias veces ha confundido los ingredientes al hacer de comer. Además, tiene dificultad para controlar los cambios que le dan las dependientas del supermercado, pero claro, “…desde que cambiaron la moneda, ¿quién no tiene problemas de ese tipo?” alega él. El jueves pasado no encontraba las llaves de su coche por ningún sitio y, al final, aparecieron guardadas en un cajón de la cocina; este hecho lo enfureció y cargó contra su mujer pensando que era ella quien las había puesto allí. El que sus hijos le recriminen estos olvidos o que su mujer le dé el dinero justo para comprar el pan también le irrita excesivamente; y si ella le habla de acudir a un neurólogo, él se pone a la defensiva y manifiesta que “a todos nos pasa eso cuando llegamos a una edad”, aunque su familia lo nota muy asustado ante la situación. Hace poco, viendo un debate por televisión, preguntó a su mujer hasta en seis ocasiones que cuál era el tema sobre el que discutían. Ella está muy angustiada, percibe cómo su lenguaje se vuelve más simple y reiterativo; a veces no recuerda el nombre de sus hijos, a los que adora; o incluso le cuesta nombrar objetos cotidianos… No sabe cómo afrontar la situación. 


Miren tiene 68 años. Vivía sola en casa desde que quedó viuda, a los 57. Hace aproximadamente 3 años sus hijos comenzaron a percibir que pasaba algo anómalo: su memoria flaqueaba, aunque ella se escudaba en la frase habitual de “no sé dónde tengo la cabeza”, sin darle importancia a hechos como no recordar el domicilio de amigas, olvidar el número de teléfono de su hija o ser incapaz de poner en funcionamientos su vieja lavadora. Al cabo de pocos meses, los síntomas empeoraron. Dejó de acudir a sus clases de gimnasia y, cuando los hijos iban a su casa a almorzar, olvidaba cosas como hacer la comida o poner la mesa. Un día salió a la calle y tuvo que ser acompañada de vuelta por la policía porque, tras deambular durante horas, la encontraron llorando y completamente desorientada. Otro día su hijo la halló sentada en el salón viendo la televisión completamente desnuda. Cuando la llevaron al neurólogo y le practicaron varias pruebas, el diagnóstico no dejó lugar a dudas: Alzheimer. A partir de ese momento, cada vez fue hablando menos; simplemente, no encontraba las palabras. A veces, en una conversación estaba atenta, pero otras parecía completamente indiferente al tema o no contestaba porque ignoraba al interlocutor. También se irritaba con mucha facilidad y tenía reacciones de agresividad exagerada ante cualquier situación imprevista. Con el paso de los meses, Miren fue haciéndose cada vez más dependiente: si atinaba a vestirse, lo hacía de una forma completamente estrafalaria; y si no se le daba de comer o se la aseaba, ella no lo hacía. Por todos estos motivos, sus hijos pensaron en buscar una residencia porque no encontraron otra solución mejor, ya que no se atrevían a dejarla sola ni un momento. La entrada al centro fue muy positiva, debido sobre todo a la acogida y a la amabilidad de los profesionales; pero la adaptación fue dura: Miren se desorientaba con facilidad, no reconocía a los cuidadores que la atendían diariamente y esto le molestaba, por lo que a veces sus reacciones eran considerablemente violentas. Progresivamente, su vocabulario fue empobreciéndose; sus frases fueron acortándose y simplificándose; confundía unas palabras con otras y había que repetirle las cosas una y otra vez; presentaba conductas reiterativas y ni siquiera era capaz de peinarse. En este momento, casi no se comunica, no entiende y no comprende lo que le dicen. Tampoco habla; sólo balbucea y articula algunas frases inconexas y sin sentido. No controla sus emociones y puede pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos. Es completamente dependiente para realizar cualquier actividad de la vida diaria, no reconoce a sus hijos cuando van a visitarla, llama a su marido constantemente y apenas puede andar.

­Evidencias/Indicadores de la EA

¿Patxi?

¿Miren?

Más afectación en las AIVD, no afectación importante en las ABVD

 

 

Necesita apoyos generalizados e intensos en todas las ABVD

 

 

Presenta agnosia global

 

 

Olvidos, despistes y confusiones frecuentes que cada vez van a más progresivamente

 

 

Afasia global (expresiva y compresiva)

 

 

Cambios de humor y de comportamiento

 

 

Excusa sus olvidos

 

 

Léxico empieza a empobrecerse cada vez más

 

 

No pérdida de juicio (no indicadores de demencia)

 

 

No hay severa afectación en la comprensión

 

 

Fase 1

 

 

Fase 3

 

 

Fase Leve o Inicial

 

 

Fase Severa

 

 

1. Consensuad la fase de la Enfermedad de Alzheimer en la que se encuentran. Justificad vuestra respuesta.

2. Describid la afectación en el lenguaje y la comunicación que presentan.  

3. Pautas de comunicación para cada uno de ellos



Miren:
Presenta Afasia global
Validación:

ten en cuenta que está presente, usa su nombre tal y a ella le gustaba que se dirigieran en el pasado, manten conversaciones de su agrado, dirígete a ella como le gustaba (empatía), estate atento/a (escucha activa) a cualquier indicio comunicativo por su parte (gruñe, frunce el ceño, te toca, agarra de la ropa..) y dale valor de comunicación, retroalimenta en espejo (“lloras”, “que ojos tan abiertos”…); adelántale cualquier procedimiento que vayas a realizar con ella, cuida el volumen y el tono de tu voz, usa un léxico adultiforme, contacta físicamente con ella,  nunca hablas sobre Miren como si ella no estuviera presente.


Patxi:
Afectación leve en la expresión y la comprensión-

Escucha activamente y empatiza con Patxi. Es decir: Recuerda que tu léxico no tiene que ser excesivamente simple, usa un vocabulario adultiforme. No le recrimines sus olvidos ni razones excesivamente o con intensidad sus excusas (oriéntale con delicadeza cuidando tu comunicación no verbal), no hables por él, usa palabras que conozca, incorpórale en las conversaciones, no le corrijas los errores, responde siempre a sus preguntas de orientación, no abuses de la comunicación no verbal de manera innecesaria. 

Retroalimenta:

Repite las cosas si no las ha comprendido  

Si pierde el hilo de la conversación oriéntale delicadamente sobre el tema en cuestión

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