Cuando basta una palabra, evitemos el discurso. Cuando basta un gesto, evitemos las palabras. Cuando basta una mirada, evitemos el gesto. Y cuando basta un silencio, evitemos incluso la mirada.
José Carlos Bermejo, 2014
Concepto de acompañamiento .
Siguiendo a Worden (2013) vamos a empezar diferenciando tres niveles de intervención:
• Terapia: La meta de la terapia es identificar y resolver los conflictos que impiden completar las tareas del duelo a personas cuyo duelo no aparece, se retrasa, es excesivo o prolongado. Es decir: que sufren lo que conocemos como duelo complicado. La terapia la llevará a cabo un psicólogo experto en duelo.
• Asesoramiento: El objetivo del asesoramiento es facilitar a la persona la resolución de las tareas del duelo reciente, para que su proceso finalice con éxito. Lo realizan profesionales socio-sanitarios formados en duelo, aunque también existen lugares donde esta labor es asumida por voluntarios que han atravesado circunstancias similares.
• Acompañamiento:
El fin del acompañamiento es permanecer al lado de la persona que sufre dolor por la pérdida reciente de un ser querido, escuchar su dolor y validarlo: darle tiempo para la expresión emocional. De esto se encargan los/as profesionales que están en contacto puntual con personas en situación de duelo agudo, como los/as trabajadores de los tanatorios, los/as profesionales de urgencias, los/as cuidadores/as de centros residenciales de personas mayores dependientes, entre otros/as.
Una de las generalidades que conocemos del duelo es que, al representarlo gráficamente, el proceso describe una Campana de Gauss. Se trata de un gráfico que contiene dos ejes: uno representa el nivel de dolor y el otro, el paso del tiempo (Parkes, 1964).
Generalmente el dolor es menor en los primeros momentos del duelo -coincidiendo con la necesidad de reducir el impacto producido por la muerte- y va creciendo a medida que pasa el tiempo y la persona comienza a darse cuenta de todo lo que implica la pérdida del ser querido. Habitualmente el punto álgido se produce en torno a los seis o siete meses después de la muerte y es lo que conocemos como duelo agudo. (Parkes, 1964)
Relación de ayuda con personas en duelo y al final de la vida (counselling).
Cual sea que sea el nivel de intervención en el que se encuentre el profesional, el marco general de intervención indicado para la experiencia de duelo es el asesoramiento o counselling (Gómez, 2000).
El/la profesional que trabaje desde este marco asume la responsabilidad de saber escucharse a sí mismo -su comportamiento refleja su estado interior-, de comprender al otro sin juzgarlo, de abrirse a la experiencia del otro, aceptarle y facilitarle la comunicación consigo mismo. El counselling ofrece un marco de apertura, comprensión y aceptación muy propicio para que la persona doliente pueda recorrer con libertad su propio camino del duelo.Todos antes o después nos encontraremos con procesos de muerte. En este post se revisa un modo de acompañar al final de la vida y en el duelo, desde la relación de
ayuda, acompañamiento psicológico o o counselling.
El counseling o asesoramiento psicológico es un tipo de acomapañamiento procedente de la Psicología Humanística que explica cómo enfrentar la pérdida de un ser querido y la mejor manera de ayudar a quienes la sufren.
Acompañar viene del latín: cum-panis. Su significado tiene relación simbólica con lo que podríamos expresar así: comer pan juntos, sentarse a la mesa emocional y espiritual de la persona moribunda y su familia e intercambiar cuanto hay en ella: sentimientos, deseos, preocupaciones, esperanzas…
Acompañar al final de la vida y en el duelo pasa por hacer un camino con el que sufre, yendo a su ritmo,
acompasando las notas musicales del mundo interior.
La psicología nos permite tomar conciencia de los elementos fundamentales del acompañamiento con la expresión relación de ayuda o counselling. Los profesionales de la salud necesitan competencias para acompañar en estos momentos delicados de la vida humana.
El objetivo del asesoramiento o counseling es facilitar a la persona la
resolución de las tareas del duelo reciente, para que su proceso finalice con
éxito. Lo realizan profesionales sociosanitarios formados en duelo, aunque
también existen lugares donde esta labor es asumida por personas voluntarias que
han atravesado circunstancias similares.
Sea cual sea el nivel de intervención en el que se encuentre el/la profesional, el
marco general de intervención indicado para la experiencia de duelo es el
asesoramiento o counselling (Gómez, 2000). El/la profesional que trabaje desde este marco asume:
- la responsabilidad de saber escucharse a sí mismo/a ya que su comportamiento refleja su estado interior-,
- de comprender al otro sin juzgarlo, de abrirse a la experiencia del otro, aceptarle y facilitarle la comunicación consigo mismo.
Ese no saber qué decir propio del acompañamiento al final de la vida y en el duelo es tan significativo como que revela nuestra identidad de limitación, de vulnerabilidad, de pobreza; revela el valor de nuestra presencia silenciosa, el valor del abrazo y de la mano tendida, de la mirada y de la caricia sincera; revela el poder de lo pequeño, de lo sencillo, la necesidad de lo simbólico para sobrevivir, para seguir viviendo.
Algunos desafíos en el acompañamiento del morir
Desde una perspectiva de la ética del cuidado, así como desde la perspectiva social, es particularmente relevante
conocer algunos síndromes o situaciones que tienen lugar en el proceso de morir y que reclaman un cuidado moral
adecuado.
Jose Carlos Bermejo (2019) hace referencia a la claudicación familiar, al síndrome del hijo de Bilbao, al duelo anticipatorio, al síndrome de
Diógenes, al síndrome de Lázaro, a la codependencia, y al burn-out, entre otros.
- Entendemos por claudicación familiar (Bermejo, 2019, citando a Bover, Santancreu, Pons, Mestre, Gallo, y Adrover, 2002; Stenberg, Ruland y Miaskowski, 2010) la incapacidad de los miembros de la familia para ofrecer una respuesta adecuada a las múltiples demandas y necesidades del paciente. Se produce cuando todos los miembros del grupo familiar claudican a la vez y es consecuencia de una reacción emocional aguda de los familiares a cargo del enfermo, y en especial del cuidador. Esta situación reclama la responsabilidad ética de la comunidad de salir al paso de la vulnerabilidad del paciente y de la familia.
- El síndrome del hijo de Bilbao (Bermejo, 2019, citando a Gómez Sancho, 2005) es la reacción emocional y comportamental de un familiar (habitualmente hijo/a) que vive en otra ciudad y que acude al final de la vida, que no suele participar de los cuidados del ser querido y que, a la vista del familiar moribundo reacciona con dificultad en la aceptación de la muerte, con exigencias y órdenes para resolver a su manera lo que otros no han podido, culpabilizando a los cuidadores y al equipo de la situación. Esta situación reclama la responsabilidad de los cuidadores –profesionales o no- de comprender la dinámica para evitar la moralización y salir al paso de las necesidades de todos los miembros de la familia.
- El duelo anticipatorio consiste en el dolor que experimentan familiares y cuidadores antes de que se produzca el fallecimiento (Bermejo y Magaña, 2014). Bien elaborado contribuye a un duelo saludable tras la muerte de la persona. Esta situación reclama la responsabilidad ética de acompañar competentemente a la persona que se duele próxima la pérdida del ser querido.
- El síndrome de Lázaro (Bermejo, 2019, citando a Sahni, 2012) se produce cuando la unidad familiar (o un miembro de ella) ya estaban emocionalmente preparados –e incluso organizados- para vivir sin el ser querido que se ve que empeora y se aproxima a la muerte y, sin esperarlo, se produce una mejoría del moribundo, produciéndose desajustes emocionales y sociales en la familia. Esta situación reclama asimismo la responsabilidad ética de los profesionales y cuidadores de acompañar emocionalmente a los afectados.
- El síndrome de la codependencia consiste en el riesgo de un cuidador de depender de la persona dependiente a la que cuida. Se manifiesta en indicadores como creerse indispensable, incapacidad para delegar, no fiarse de otros cuidadores, no tolerar los límites propios y ajenos, no aceptar a otros cuidadores, poner todo el sentido de la vida en el cuidado, etc. Esta situación reclama la responsabilidad ética de los profesionales de ayudar a los cuidadores en riesgo, señalando un sano equilibrio entre cuidado y autocuidado, así como el reclamo de la libertad en contraposición de la dependencia (Gonzalos y Magos, 2012).
- El síndrome del burn-out es el síndrome de agotamiento, de despersonalización (hacia la persona cuidada) de reducida realización personal, que puede aparecer en personas que trabajan en contacto con personas (Bermejo, 2019, citando a Maslach, 1982). Esta situación reclama igualmente la responsabilidad ética del autocuidado de los profesionales y cuidadores de los seres queridos al final de la vida, así como el cultivo de las motivaciones intrínsecas que puedan prevenir llegar a tal situación (Bermejo, 2019, citando a Sandrin, Calduch-Benages y Torralba, 2007).
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- Bibliografía y enlaces de interés sobre el duelo (consultados 1 de Julio de 2022)
- Ver contenido CURSO PREPARACIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO EN LA MUERTE Y EL DUELO (SSCG068PO)
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