Una unidad de convivencia para 11 personas dentro de una residencia para personas mayores, con cocina, comedor, salón y terraza propios.
La residencia para personas mayores dependientes, es un lugar donde las personas que precisan
algún tipo de asistencia en mayor o menor grado viven de forma permanente o temporal.
El ambiente físico influye en el comportamiento y en el bienestar subjetivo Especialmente en las personas con deterioro cognitivo o con gran dependencia, el ambiente físico cobra una gran importancia en relación al bienestar subjetivo. Por tanto, es preciso lograr entornos hogareños, confortables, significativos, accesibles, predecibles y seguros. El centro debe apreciarse como la nueva casa de las personas usuarias.
No solo se debe prestar apoyo o ayuda para las
actividades de la vida diaria (AVD) a las personas, debe
además, ser un lugar de vida, donde son respetados
los derechos individuales de la persona, se potencien
las capacidades y habilidades del individuo y donde
la vida diaria del centro se base en la integración, la
participación y la política de puertas abiertas.
La residencia es un centro donde interesa la
actividad humana y el efecto en las personas: usuarios, trabajadores y familia.
Como lugar para vivir en el que interesa la persona, tanto el Plan General de Intervención como los
programas y protocolos asistenciales deben tender a
ser facilitadores del proyecto vital de quienes se encuentran en la residencia.
La existencia de este proyecto vital propicia el
desarrollo y crecimiento personal y debe constituir el eje
central de los programas y actividades de la residencia.
El proyecto de vida es la forma que las personas tenemos de plantearnos nuestra existencia, para conseguir nuestras metas y deseos en relación a distintos ámbitos de desarrollo personal y social: el trabajo, la familia, la red social de apoyos y afectos, los intereses y aficiones, etc.
La biografía es la razón esencial de la singularidad La biografía es lo que convierte en única a cada persona mayor. Por tanto, ésta se convierte en el referente básico del plan de atención y vida.
Como centro asistencial del sistema de recursos sociales tiene que cubrir una serie de características y exigencias normativas respecto a aspectos
arquitectónicos y equipamientos, no obstante debe
dotarse además, de cierto “ambiente” favorecedor
de consecución del objetivo de la misma. Este ambiente, se entiende como el conjunto de circunstancias que rodean a la persona y que influyen en su
desarrollo y comportamiento.
La consecución de un ambiente positivo en la residencia, solo se logra por medio de una amplia y flexible adecuación constante de las normas a las personas
que en determinado momento viven en la residencia.
El grado de personalización, la autonomía y
la posibilidad amplia de elección, el minimizar los
efectos de la ruptura o cambio de modo de vida de
las personas usuarias, la confluencia de tantas relaciones personales y la multiplicidad convivencial,
se convierten en elementos claves que deben sustentarse en la dignidad de trato a la persona y el
respeto a la intimidad.
Todas las personas tenemos dignidad. Con independencia de la edad, las enfermedades, el estado cognitivo, el grado de discapacidad o dependencia, o cualquier otra circunstancia sociopersonal, las personas mayores son poseedoras de dignidad. Por tanto, deben ser tratadas con igual consideración y respeto que las demás.
Prestar una atención integral debe ser el resultado de pensar en el ser humano como una totalidad
compleja integrada, no fragmentada, lo mismo que lo
son las necesidades de las personas mayores dependientes.
Para el abordaje integral de la problemática,
no es suficiente la multiplicación de especialidades
profesionales, se precisan equipos que tengan un
punto de encuentro interprofesional y compartido.
Participar de la misma filosofía y principios éticos es
imprescindible para mejorar la calidad asistencial.
El protagonismo lo tienen las personas usuarias y sus familiares que, corresponsablemente con los
equipos profesionales deben asumir los cuidados consensuadamente, con el más riguroso respeto a las voluntades y principios éticos de todos los intervinientes.
La residencia debe apostar por la mejora continua de la calidad asistencial, por lo que es preciso dotarse de algún modelo que garantice que la
misión, visión y valores de la misma, se desarrollan
garantizando el cumplimiento normativo, velando
por el cumplimiento de los derechos y obligaciones,
prestando asistencia integral en función de las necesidades personales y buscando la satisfacción de
todos los intervinientes: personas usuarias, familiares y profesionales y sociedad en general.
Las nuevas normativas exigen que los centros residenciales para personas mayores de nueva creación estén formados por Unidades de convivencia que responden al concepto de hogar, por lo que deben estar delimitadas, identificadas y diferenciadas formando un conjunto integrado por las zonas comunes y las habitaciones de las personas usuarias.
Por tanto, cada unidad de convivencia dispondrá de las siguientes dependencias:
- Habitaciones.
- Zonas comunes: Cocina, comedor y sala de estar.
Las habitaciones, las zonas comunes y las zonas de circulación deberían ser contiguas en cada unidad de convivencia
La capacidad máxima de cada unidad de convivencia varía según cada comunidad autónoma, de manera idónea podríamos hablar de 15 personas residentes
En ocasiones cuando la zona común de una unidad tenga dimensiones para albergar a más personas usuarias que las de las plazas residenciales que tenga asignadas, se suele completar la prestación de servicios en esa zona a personas usuarias en estancia parcial de horario diurno (centro de día).
El acceso a cada unidad de convivencia se realizará desde zonas de circulación general del centro.
Las habitaciones deben ser personalizadas por la persona usuaria que vaya a ocuparlas como residencia
permanente, que pueden ser la totalidad de los componentes: muebles, cortinas y pequeños electrodomésticos, que no supongan riesgo para la seguridad. La cama será dotación del centro, salvo acuerdo en diferente sentido entre la persona usuaria y el centro.
Cuando una persona no desee personalizar la habitación con mobiliario propio, la dotación mínima
contendrá al menos, una mesilla, una mesa, una silla, un armario individual, cortinas, visillos o estores
y ropa de cama. Contará con un armario para alojar los efectos personales.
Las unidades de convivencia, diseñadas en base “al modelo hogar”, constituyen una respuesta a las demandas de las personas mayores que presentan mayor necesidad de ayuda. Estas instalaciones están integradas por espacios comunes como cocina y sala de estar y estancias individuales para cada uno de los residentes compuestas por al menos, dormitorio y baño privado compartido. Suelen tener una capacidad variada, pero el máximo de sus habitantes no suele sobrepasar las 15 personas. Su funcionamiento se basa en el respeto y la consideración de las preferencias de las personas residentes, mediante el desarrollo del modelo de atención centrado en la persona
“Vivir como en casa” supone que la forma de
vida, las actividades, etc. deben responder a las
preferencias y elecciones de sus habitantes. La actividad cotidiana tiene una gran importancia en el bienestar personal. Lo cotidiano, lo que sucede en el día a día, las actividades que realizan las personas mayores influye de forma determinante en su bienestar físico y subjetivo. Por tanto se han de procuran actividades plenas de sentido que refuercen la identidad de las personas, que respeten su edad adulta y que sean acordes a sus intereses. Actividades que además de servir de estímulo y terapia, eviten el aislamiento social y resulten agradables y motivadoras para cada persona.
Las actividades tienen que ser empoderadoras
• La programación de las actividades debe realizarse desde los intereses de las personas usuarias
. Para ello resulta imprescindible que éstas participen en la programación, además de contar con las aportaciones de las familias y de los profesionales de atención directa.
• Las actividades deben ser empoderadoras, es decir, pensadas para aumentar la competencia y la autonomía de las personas usuarias.
¿Qué son las actividades empoderadoras?
—Las que permiten a las personas elegir y decidir (sobre su participación, sobre lo que hacen o cómo lo hacen). Otorgan, por tanto el control de la situación y dan poder a quienes en ellas participan.
—Las que conducen a desempeños competentes haciendo que las personas se perciban «capaces de».
—Las que visibilizan las capacidades y las fortalezas de las personas.
—Las que capacitan a las personas, las que fortalecen o desarrollan en ellas nuevas habilidades.—Las que hacen percibir a las personas que lo que hacen es útil y tiene sentido.
—Las que son valoradas o puestas en valor por parte de otros.
Desde esta perspectiva, el modelo de atención integral centrado en la persona ofrece un marco
que nos permite identificar los elementos claves en torno a los que deben girar el apoyo a
personas mayores que residen en unidades de
convivencia.
La principal característica que define a los
denominados modelos de atención orientados
en la persona, es que reconocen el papel central
de la persona usuaria en su atención y, en consecuencia, proponen estrategias para que sea ella
misma quien realmente ejerza el control sobre
los asuntos que le afectan. En
otras palabras, el trato digno en la atención a las
personas mayores en situación de dependencia
se traduce en buscar el la máxima independencia
y control de la vida cotidiana posibles, desde el
marco de la atención integral y de la calidad de
vida de los individuos. Se concreta en aspectos
de la atención cotidiana como: a) su bienestar
físico y emocional, b) el respeto y apoyo a sus
decisiones y preferencias en relación con su vida
cotidiana c) la promoción de la independencia
desde la creación de entornos físicos y sociales
facilitadores, d) la protección y garantía de la
intimidad y la privacidad, e) la protección de la
propia identidad y el cuidado de la imagen personal, f) el fomento de la inclusión social o g) el
respeto a la edad adulta (Martínez, 2011).
El desarrollo de cada uno de estos aspectos
conlleva un estrecho conocimiento, y seguimiento diario, de cada una de las personas usuarias, de
sus cambios emocionales, de sus gustos y disgustos. Desde esta perspectiva, se pone de relieve,
por otro lado, la utilidad de procedimientos que
den a conocer las preferencias, historia, y valores de las personas residentes en alojamientos.
Instrumentos como la historia de vida permiten
indagar las características personales que guiarán
un proyecto de atención individualizada.
Todo ello debe ser incorporado a la atención cotidiana, de modo que se ofrezcan posibilidades para mostrar y practicar capacidades y
habilidades, disfrutar y encontrar (o recuperar)
vínculos significativos con el entorno físico y
social.
El foco, entonces, se sitúa en la identificación
y la promoción de las posibilidades, las capacidades, las motivaciones y los intereses para continuar desarrollando el proyecto de vida personal. Cada persona es única. Ninguna persona mayor es igual a otra. Cada persona tiene su propio proyecto vital. Por tanto, la atención personalizada es imprescindible y debe dirigirse a apoyar proyectos de vida propios y significativos
Muchas de las centros residenciales que atienden a personas dependientes, centros de día y otros equipamientos como servicios de vivienda en toda España todavía mantienen un modelo muy institucional con gran rigidez organizativa, con muchas normas, horarios y protocolos poco flexibles a los que las personas residentes o usuarias tienen que supeditarse. Su libertad y sus decisiones en la vida cotidiana pueden verse muy restringidas, se hace lo que dicta el centro o prescriben los profesionales.
Por otro lado, la privacidad se ve dificultada directamente por el diseño de los centros (habitaciones compartidas, salas comunes donde pasan muchas horas, muchas personas, ociosas). Las actividades, en ocasiones, aburridas, monótonas y faltas de sentido, sin utilidad ni funcionales, a veces incluso "infantiloides" en las que se usan materiales no adecuados a su edad cronológica y que además son "café para todos".
Ejemplo de sesión con materiales no adaptados a la edad cronológica Uno de los principios que deben guiar las actuaciones en los centros residenciales para personas mayores es el Principio de normalización. El género de vida de las personas usuarias se deberá ajustar lo más posible, en todos los órdenes de la vida, a la conducta y pautas de comportamiento consideradas como normales para el resto de la ciudadanía. En coherencia con el Modelo de Atención Integral Centrado en la Persona, actualmente la mayoría de las normativas autonómicas han dado un giro para considerar los centros residenciales para personas mayores como entendido como un conjunto de espacios y servicios configurados como agrupación de hogares, dirigido preferentemente a personas mayores dependientes, que garantice con carácter permanente o temporal la atención integral y continuada a la persona, promoviendo su autonomía y potenciando sus capacidades, acorde con sus expectativas y deseos, para esta etapa de su ciclo vital, recogidos en su proyecto de vida o plan individualizado de atención. Las personas tenemos derecho a controlar nuestra propia vida. La persona mayor se considera como un agente activo y protagonista de su proceso de atención. Por tanto, se ha de respetar la autonomía de las personas y se deben buscan oportunidades y apoyos para que éstas tengan control sobre su entorno y su vida cotidiana.
Los centros residenciales y equipamientos destinados a prestar servicios a personas en situación de dependencia deben ser lugares que permitan vivir y no solo sobrevivir o ser asistidos. Lugares que se adapten a las personas, que hagan posible vidas y un desarrollo con sentido y que ayuden a seguir “vivos por dentro”.
En el centro residencial, la vida cotidiana se organiza a partir de la autodeterminación de la persona, independientemente de su estado físico, anímico o cognitivo, debiéndose garantizar una atención personalizada basada en la identidad de la persona, su historia de vida, sus expectativas y deseos, su visión y su enfoque de la vida cotidiana, a través de un proyecto de vida personal, del profesional de referencia y de los apoyos que lo hagan posible.
En tal sentido, la actividad en los centros se orienta a asimilar la vida cotidiana a la del entorno familiar, buscando impulsar la participación social activa de sus usuarios
Los centros residenciales podrán entonces crear unidades de psicogeriatría, unidades sociosanitarias y unidades convivenciales para favorecer la mejor atención de la persona residente, atendiendo al tipo de dependencia, grado de la misma e intensidad de cuidados que precise.
Dentro del concepto de hogar mencionado, se introducen como novedad, en los centros, las denominadas Unidades de convivencia, que serían la estructura espacial específica con dimensiones y ambiente de hogar, consiguiendo orientar la vida en esos centros de forma lo más similar posible a la de un entorno familiar, conviviendo un grupo de personas mayores a quienes, con el objetivo de promover su autonomía, independencia, interacción e integración social, se proporcionan los apoyos necesarios para que sigan desarrollando su proyecto y forma de vida, de acuerdo a sus deseos y valores.
Con objeto de fomentar la autonomía personal y proporcionar un ambiente doméstico, se recomienda que los centros residenciales cuenten con unidades de convivencia para las personas usuarias que se encuentren dentro de los módulos. Tendrán instalada una cocina de tipo doméstico.
En este esquema se puede ver como los diferentes espacios de convivencia se van colocando alrededor del patio haciendo que el pasillo desaparezca formalmente.
Las zonas más amplias que se ven en la parte superior en color claro son las dos cocinas-comedor y las 4 salitas pequeñas en color más oscuro, los despachos de los profesionales que se sitúan estratégicamente entre unidades
En caso de contar con Unidades de Psicogeriatría (UPSI), con estructura física diferente de la del resto del centro, se atenderán a personas mayores afectas de procesos demenciales (Alzheimer, demencias vasculares y otras) o con enfermedad mental o discapacidad intelectual con deterioro cognitivo, que presenten trastornos del comportamiento.
Cuando el centro residencial cuente con UPSI, esta deberá ocupar un espacio físico diferenciado a la del resto del centro residencial. En ella se atenderá a las personas que padecen algún tipo de demencia con síntomas psicológicos y/o conductuales graves, requiriendo de forma continuada cuidados y atención sanitaria especializada.
La unidad estará diseñada, de manera que el desplazamiento desde la habitación a las áreas comunes sea limitado en distancia y no sea necesario el uso de ascensor. El número de plazas máximo por unidad varía en cada normativa pero idealmente debería rondar entorno a las 12 personas.
Las áreas comunes, además de cumplir los requisitos de las unidades convicenciales;
-Una zona de deambulación libre que tenga pasamanos a ambos lados
-Ventanas con vidrio y cierre de seguridad.
Además, debería contar con un espacio de deambulación exterior, con acceso seguro y, a ser posible libre, desde la unidad. La zona podrá disponer de jardines con senderos o bien ser un circuito en forma de bucle alrededor del edificio.
La unidad deberá disponer de mecanismos para el control y supervisión de personas con riesgo de desorientación o pérdida.
Las personas con grave deterioro cognitivo también tienen derecho a ejercer su autonomía.
La autonomía no se entiende como una capacidad única y fija. Por tanto, no se renuncia a trabajar desde la autonomía con las personas gravemente afectadas, identificando oportunidades y apoyos que permitan su ejercicio.
La autonomía se entiende como un derecho que, cuando la persona no es competente para tomar decisiones y actuar, es ejercido de modo indirecto a través de los otros, quienes deciden teniendo en cuanta los valores y preferencias de quien es representado.
Los objetivos específicos de las UPSI, son:
a) Prestar una atención integral a las personas con procesos demenciales en fases moderadas-graves, en el ámbito residencial, con criterios de máxima eficiencia en la utilización de los recursos.
b) Minimizar el riesgo de fugas de estas personas de los centros residenciales, por los riesgos que conllevan para su integridad física.
c) Evitar en la medida de lo posible o mejor eliminar las sujeciones físicas y no abusar de las contenciones farmacológicas, que solo deberán emplearse por indicación del servicio médico responsable del centro y como último recurso en situaciones de riesgo para la persona usuaria o para las demás personas residentes, respetando siempre protocolos específicos de atención.
d) Favorecer la libre deambulación en el área de seguridad de la Unidad de psicogeriatría, a fin de realizar un ejercicio físico positivo de cara a la instauración del sueño y disminuir los niveles de ansiedad.
e) Garantizar a los familiares de las personas usuarias la seguridad de que las mismas están siendo atendidas de la mejor forma posible, respetando al máximo sus derechos individuales.
La UPSI será de dimensiones compactas, de forma que el desplazamiento desde la habitación a las áreas comunes de la unidad sea limitado en distancia y no sea necesario el uso de ascensor.
Todas las personas tenemos fortalezas y capacidades Las personas mayores, aun teniendo altos niveles de dependencia, también tienen fortalezas y capacidades.
Por tanto, la atención profesional no debe fijarse solo solo en los déficits y limitaciones, sino que ha de poner la mirada en fortalezas y capacidades de cada persona, relacionarse desde ellas y buscar el fortalecimiento de las mismas.
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